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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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pasaba la ruta hacia Canaán. A Moisés se le había dado la orden: "Volveos al<br />

aquilón. Y manda al pueblo, diciendo: Pasando vosotros por el término de vuestros<br />

hermanos los hijos de Esaú, que habitan en Seír, ellos tendrán miedo de vosotros.<br />

. . . Compraréis de ellos por dinero las viandas, y <strong>com</strong>eréis; y también <strong>com</strong>praréis<br />

de ellos el agua, y beberéis." (Deut. 2: 3-6.) Estas instrucciones debieran haber<br />

bastado para explicarles por qué se les había cortado la provisión de agua:<br />

estaban por cruzar un país bien regado y fértil, en camino directo hacia la tierra de<br />

Canaán. Dios les había prometido que pasarían sin molestias por Edom, y que<br />

tendrían oportunidad de <strong>com</strong>prar alimentos y agua suficiente para suplir a toda la<br />

hueste. La cesación del milagroso flujo de agua debiera haber sido motivo de<br />

regocijo, una señal de que la peregrinación por el desierto había terminado. Lo<br />

habrían <strong>com</strong>prendido si no los hubiera cegado la incredulidad. Pero lo 440 que<br />

debió ser evidencia de que se cumplía la promesa de Dios, se hizo motivo de duda<br />

y murmuración. El pueblo pareció haber renunciado a toda esperanza de que Dios<br />

lo pondría en posesión de la tierra de Canaán, y clamó por las bendiciones del<br />

desierto.<br />

Antes de que Dios les permitiese entrar en la tierra de Canaán, los israelitas<br />

debían demostrar que creían en su promesa. El agua dejó de fluir antes que<br />

llegaran a Edom. Tuvieron pues, por lo menos durante un corto tiempo,<br />

oportunidad de andar por la fe en vez de andar confiados en lo que veían. Pero la<br />

primera prueba despertó el mismo espíritu turbulento y desagradecido que habían<br />

manifestado sus padres. En cuanto se oyó clamar por agua en el campamento, se<br />

olvidaron de la mano que durante tantos años había suplido sus necesidades, y en<br />

lugar de pedir ayuda a Dios, murmuraron contra él, exclamando en su<br />

desesperación: "¡Ojalá que nosotros hubiéramos muerto cuando perecieron<br />

nuestros hermanos delante de Jehová!" (Núm. 20: 1-13.) Es decir que desearon<br />

haberse contado entre los que fueron destruidos en la rebelión de Coré.<br />

Sus clamores se dirigían contra Moisés y contra Aarón: ¿Por qué hiciste venir la<br />

congregación de Jehová a este desierto, para que muramos aquí nosotros y<br />

nuestras bestias? ¿Y por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este<br />

mal lugar? No es lugar de sementera, de higueras, de viñas, ni granadas: ni aun<br />

de agua para beber."<br />

Los jefes fueron a la puerta del tabernáculo, y se postraron. Nuevamente "la gloria<br />

de Jehová apareció sobre ellos," y Moisés recibió la orden: "Toma la vara, y reúne<br />

la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña en ojos de ellos; y ella<br />

dará su agua, y les sacarás agua de la peña."<br />

Los dos hermanos se presentaron ante el pueblo, llevando Moisés la vara de Dios<br />

en la mano. Ambos eran ya hombres muy ancianos. Habían sobrellevado mucho<br />

tiempo la rebelión y la testarudez de Israel; pero ahora por último aun la paciencia<br />

441 de Moisés se agotó. "Oíd ahora, rebeldes -exclamó:- ¿os hemos de hacer salir<br />

aguas de esta peña?" Y en vez de hablar a la roca, <strong>com</strong>o Dios le había mandado,<br />

la hirió dos veces con la vara.<br />

El agua brotó en abundancia para satisfacer a la hueste. Pero se había <strong>com</strong>etido<br />

un gran agravio. Moisés había hablado, movido por la irritación; sus palabras<br />

expresaban la pasión humana más bien que una santa indignación porque Dios<br />

había sido deshonrado. "Oíd ahora, rebeldes," había dicho. La acusación era<br />

veraz, pero ni aun la verdad debe decirse apasionada o impacientemente. Cuando

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