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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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tenían, que aun el matar a uno accidentalmente era crimen punible de muerte.<br />

Sería imposible para los hebreos adorar en Egipto sin ofender a sus amos.<br />

Moisés volvió a pedir al monarca que se les permitiese internarse tres días de<br />

camino en el desierto. El rey consintió, y rogó a los siervos de Dios que implorasen<br />

que la plaga fuese quitada. Ellos prometieron hacerlo, pero le advirtieron que no<br />

los tratara engañosamente. Se detuvo la plaga, pero el corazón del rey se había<br />

endurecido por la rebelión pertinaz, y todavía se negó a ceder.<br />

Siguió un golpe más terrible; la peste atacó a todo el ganado egipcio que estaba<br />

en los campos. Tanto los animales sagrados <strong>com</strong>o las bestias de carga, las vacas,<br />

bueyes, ovejas, caballos, camellos y asnos, todos fueron destruidos. Se había<br />

dicho claramente que los hebreos serían exonerados; y Faraón, al enviar<br />

mensajeros a las casas de los israelitas, <strong>com</strong>probó la veracidad de esta<br />

declaración de Moisés. "Del ganado de los 272 hijos de Israel no murió uno."<br />

Todavía el rey se mantenía obstinado.<br />

Se le ordenó, entonces a Moisés que tomase cenizas del horno y que las<br />

esparciese hacia el cielo delante de Faraón. Este acto fue profundamente<br />

significativo. Cuatrocientos años antes, Dios había mostrado a Abrahán la futura<br />

opresión de su pueblo, bajo la figura de un horno humeante y una lámpara<br />

encendida. Había declarado que visitaría con sus juicios a sus opresores, y que<br />

sacaría a los cautivos con grandes riquezas. En Egipto los israelitas habían<br />

languidecido durante mucho tiempo en el horno de la aflicción. Este acto de<br />

Moisés les garantizaba que Dios recordaba su pacto y que había llegado el<br />

momento de la liberación.<br />

Cuando se esparcieron las cenizas hacia el cielo, las diminutas partículas se<br />

diseminaron por toda la tierra de Egipto, y doquiera cayeran producían granos,<br />

"tumores apostemados así en los hombres, <strong>com</strong>o en las bestias." Hasta entonces<br />

los sacerdotes y los magos habían alentado a Faraón en su obstinación, pero<br />

ahora el castigo los había alcanzado también a ellos. Atacados por una<br />

enfermedad repugnante y dolorosa, ya no pudieron luchar contra el Dios de Israel,<br />

y el poder del que habían alardeado los hizo despreciables. Toda la nación vio<br />

cuán insensato era confiar en los magos, ya que ni siquiera podían protegerse a sí<br />

mismos.<br />

Pero el corazón de Faraón seguía endureciéndose. Entonces el Señor le envió un<br />

mensaje que decía: "Yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus<br />

siervos, y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro <strong>com</strong>o yo en toda la<br />

tierra . . . y a la verdad yo te he puesto para declarar en ti mi potencia." No era que<br />

Dios le hubiese dado vida para este fin, sino que su providencia había dirigido los<br />

acontecimientos para colocarlo en el trono en el tiempo mismo de la liberación de<br />

Israel. Aunque por sus crímenes, este arrogante tirano había perdido todo derecho<br />

a la misericordia de Dios, se le había preservado la vida para que mediante 273 su<br />

terquedad el Señor manifestara sus maravillas en la tierra de Egipto.<br />

La disposición de los acontecimientos depende de la providencia de Dios. El pudo<br />

haber colocado en el trono a un rey más misericordioso, que no hubiera osado<br />

resistir las poderosas manifestaciones del poder divino. Pero en ese caso los<br />

propósitos del Señor no se hubieran cumplido. Permitió que su pueblo<br />

experimentara la terrible crueldad de los egipcios, para que no fuesen engañados<br />

por la degradante influencia de la idolatría. En su trato con Faraón, el Señor

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