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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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asentaron las prerrogativas del príncipe y los derechos y privilegios del pueblo.<br />

Aunque la nación había menospreciado la advertencia de Samuel y el fiel profeta<br />

se había visto forzado a acceder a sus deseos, procuró en lo posible, salvaguardar<br />

sus libertades.<br />

En tanto que la mayoría del pueblo estaba dispuesta a reconocer a Saúl <strong>com</strong>o su<br />

rey, un partido grande se le oponía. Les parecía un agravio intolerable que el<br />

monarca se hubiese escogido de entre la tribu de Benjamín, la más pequeña de<br />

todas las de Israel, pasando por alto la tribu de Judá y la de Efraín, las más<br />

grandes y poderosas. Estas tribus se negaron a prometer fidelidad y obediencia a<br />

Saúl, y a traerle los regalos 664 acostumbrados. Los que habían sido más<br />

exigentes en su demanda de un rey fueron los mismos que se negaron a aceptar<br />

con gratitud al hombre que Dios había designado. Los miembros de cada una de<br />

las facciones tenían su favorito, a quien deseaban ver en el trono, y entre los<br />

príncipes muchos habían deseado el honor para sí. La envidia y los celos ardían<br />

en el corazón de muchos. Los esfuerzos del orgullo y de la ambición habían<br />

resultado en desengaño y descontento.<br />

Así las cosas, Saúl no juzgó conveniente asumir la dignidad real. Dejando a<br />

Samuel la administración del gobierno <strong>com</strong>o antes, regresó él a Gabaa. Lo escoltó<br />

allá con honores un grupo de hombres que, viendo en él al hombre escogido<br />

divinamente, estaban resueltos a sostenerlo. Pero él no hizo esfuerzo alguno por<br />

apoyar con la fuerza su derecho al trono. En su casa de las alturas de Benjamín,<br />

desempeñaba pacíficamente sus deberes de agricultor, dejando enteramente a<br />

Dios el afianzamiento de su autoridad.<br />

Poco después del nombramiento de Saúl, los amonitas, bajo su rey Naas,<br />

invadieron el territorio de las tribus establecidas al este del Jordán, y amenazaron<br />

la ciudad de Jabes de Galaad. Los habitantes de esa región trataron de llegar a un<br />

entendimiento de paz ofreciéndoles a los amonitas hacerse tributarios de ellos. A<br />

esto el rey cruel no quiso acceder a menos que fuese bajo la condición de que les<br />

sacara el ojo derecho a cada uno de ellos, <strong>com</strong>o testimonio permanente de su<br />

poder.<br />

Los habitantes de la ciudad sitiada suplicaron que se les diera una tregua de siete<br />

días. Los amonitas accedieron a esta solicitud, creyendo que con esto<br />

engrandecerían más el honor de su esperado triunfo. En seguida los de Jabes<br />

enviaron mensajeros para pedir auxilio a las tribus del oeste del Jordán. Así<br />

llegaron a Gabaa las noticias que despertaban terror por todas partes.<br />

Por la noche, al regresar Saúl de seguir los bueyes en el campo, oyó ruidosas<br />

lamentaciones indicadoras de una gran 665 calamidad. Dijo entonces: "¿Qué tiene<br />

el pueblo, que lloran?" Cuando se le contó la vergonzosa historia, se despertaron<br />

todas sus facultades latentes. "El espíritu de Dios arrebató a Saúl, . . .y tomando<br />

un par de bueyes, cortólos en piezas, y enviólas por todos los términos de Israel<br />

por mano de mensajeros, diciendo: Cualquiera que no saliere en pos de Saúl y en<br />

pos de Samuel, así será hecho a sus bueyes."<br />

Trescientos treinta mil hombres se congregaron en la llanura de Bezec, bajo las<br />

órdenes de Saúl. Inmediatamente se mandaron mensajeros a los habitantes de la<br />

ciudad sitiada, con la promesa de que podrían esperar auxilio al día siguiente, el<br />

mismo día en el cual habían de someterse a los amonitas. Gracias a una rápida<br />

marcha nocturna, Saúl y su ejército cruzaron el Jordán, y llegaron a Jabes, "a la

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