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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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el sitio que ocupó. Mucho después la suerte que corrió aquel pueblo sirvió para<br />

amonestar a Jerusalén. "Andad empero ahora a mi lugar que fue en Silo, donde<br />

hice que morase mí nombre al principio declaró el Señor por el profeta Jeremías,-<br />

y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.... Haré también a esta casa<br />

sobre la cual es invocado mi nombre, en la que vosotros 551 confiáis, y a este<br />

lugar que di a vosotros y a vuestros padres, <strong>com</strong>o hice a Silo." (Jer. 7: 12-14.)<br />

"Y después que acabaron de repartir la tierra en heredad," y cuando ya todas las<br />

tribus habían recibido la heredad que les tocara, Josué presentó su derecho. A él,<br />

<strong>com</strong>o a Caleb, se le había prometido una herencia especial; no pidió, sin embargo,<br />

una provincia grande, sino una sola ciudad. "Le dieron la ciudad que él pidió; ... y<br />

él reedificó la ciudad, y habitó en ella." (Jos. 19: 49, 50.) El nombre que se le puso<br />

a la ciudad fue Timnath-sera, "la parte que sobra," y atestiguó para siempre el<br />

carácter noble y espíritu desinteresado del vencedor que, en vez de ser el primero<br />

en apropiarse del botín de la victoria, postergó su derecho hasta que los más<br />

humildes de su pueblo habían recibido su parte.<br />

Seis de las ciudades dadas a los levitas, tres a cada lado del Jordán, fueron<br />

designadas <strong>com</strong>o ciudades, de refugio, a las cuales pudieran huir los homicidas en<br />

busca de seguridad. La designación de estas ciudades había sido ordenada por<br />

Moisés, para que a ellas pudiera huir "el homicida que hiriere a alguno de muerte<br />

por yerro. Y os serán aquellas ciudades por acogimiento del pariente -dijo,- y no<br />

morirá el homicida hasta que esté a juicio delante de la congregación." (Núm- 35:<br />

11, 12.) Lo que hacía necesaria esta medida misericordioso era la antigua<br />

costumbre de vengarse particularmente, que en<strong>com</strong>endaba el castigo del<br />

homicida al pariente o heredero más cercano al muerto. En los casos en que la<br />

culpabilidad era clara y evidente, no era menester esperar que los magistrados<br />

juzgaran al homicida. El vengador podía buscarlo y perseguirlo dondequiera que lo<br />

encontrara. El Señor no tuvo a bien abolir esa costumbre en aquel entonces; pero<br />

tomó medidas para afianzar la seguridad de los que sin intención quitaran la vida a<br />

alguien.<br />

Las ciudades de refugio estaban distribuidas de tal manera que había una a medio<br />

día de viaje de cualquier parte del país. Los caminos que conducían a ellas habían<br />

de conservarse en 552 buen estado; y a lo largo de ellos se habían de poner<br />

postes que llevaran en caracteres claros y distintos la inscripción "Refugio" o<br />

"Acogimiento" para que el fugitivo no perdiera un solo momento. Cualquiera, ya<br />

fuera hebreo, extranjero o peregrino, podía valerse de esta medida. Pero si bien<br />

no se debía matar precipitadamente al que no fuera culpable, el que lo fuera no<br />

había de escapar al castigo. El caso del fugitivo debía ser examinado con toda<br />

equidad por las autoridades <strong>com</strong>petentes, y Sólo cuando se <strong>com</strong>probaba que era<br />

inocente de toda intención homicida podía quedar bajo la protección de las<br />

ciudades de asilo. Los culpables eran entregados a los vengadores. Los que<br />

tenían derecho a gozar protección podían tenerla tan sólo mientras permanecieran<br />

dentro del asilo designado. El que saliera de los límites prescritos y fuera<br />

encontrado por el vengador de la sangre, pagaba con su vida la pena que<br />

entrañaba el despreciar las medidas del Señor. Pero a la muerte del sumo<br />

sacerdote, todos los que habían buscado asilo en las ciudades de refugio<br />

quedaban en libertad para volver a sus respectivas propiedades.

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