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De colonial a nacional: la carrera eclesiástica del clero secular chileno entre 1650 y 1810
Renunció en 1736 a su interinato en el Tribunal de la Cruzada
para dirigirse a Santiago de Chile a oponerse a la canonjía doctoral.
A los pocos días de llegar sacó el título de abogado por la
Audiencia de Chile. Las oposiciones se celebraron en noviembre.
Alday tenía votos asegurados. Su tío arzobispo Alonso Pozo había
pedido el voto a favor de su sobrino a un antiguo familiar suyo
cuando fue obispo de Santiago, el canónigo Pedro Asencio de Tula
y Bazán. Su tío oidor Ruiz de Berecedo le consiguió el voto del
canónigo magistral Francisco Martínez de Aldunate. Con el
escenario así planteado, podemos imaginar las disputas que esto
trajo y que las acusaciones llegaran a la Cámara de Indias y en
definitiva al Confesor y al Rey. Más aún cuando, según denunciara
otro de los opositores, Juan de Vargas, terminada la oposición y
supuestamente sin saberse los resultados, el gobernador Manuel de
Salamanca, felicitó a Alday en la casa del oidor Ruíz de Berecedo,
agregando al saludo la confesión de que le había conseguido votos.
Así, Alday obtuvo el primer lugar en la terna y Juan de Vargas el
segundo. Con las cosas planteadas de esta manera, el duelo
continuaba en la Cámara de Indias. Los dos movilizaron todos los
contactos locales para influir en la decisión final del Rey. Los
autos llegaron pues a España con una pila de cartas.
Veamos los apoyos de cada uno. Alday favorecido por el
cabildo eclesiástico, el obispo, la Audiencia y el gobernador. En
tanto que el Cabildo secular informó los méritos de Juan de Vargas
y los acompañó de la siguiente recomendación:
Siendo ambos opositores en el común concepto y según el
dictamen de las oposiciones de igual suficiencia, parece prevalecía
en el dicho Don Juan de Vargas la prerrogativa de ser hijo de la
patria nacido y criado en ella con derivación de muy notable
ascendencia. Y el dicho Don Manuel, natural de Concepción, sin
que hubiese venido a esta más que mes y medio antes de las
lecciones, lo que ha desconsolado bastantemente la estudiosa
juventud de la patria viendo postergado a un patricio benemérito
por otro extraño. Y a no restar el soberano recurso a la real
presentación fuera más inconsolable la pérdida, no tanto del
individuo en su pretenza, cuanto del común de gremios y del
pueblo, quien por aclamación universal o bien originada de las
prendas del hijo de la patria, o del connatural amor de sus vecinos
anhelaba su promoción. Cuyos ruegos no excusamos poner en la
real consideración por la representación de esta ciudad, para que
en virtud de la nómina y autos de esta materia se sirva Su Majestad
de mostrar su real benignidad en la atención del dicho Don Juan de
Vargas. 61
61 AGI, Gobierno, Chile, 154.
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