Bajar el libro en pdf - Historia y Religión

De colonial a nacional: la carrera eclesiástica del clero secular chileno entre 1650 y 1810
todos los miembros del clero que ejercía funciones de gobierno.
Por eso las carreras dentro de los cabildos eclesiásticos, que según
la tradición hispánica conservaron un papel administrativo dentro
de las diócesis, 67 eran la antesala de las mitras. En este contexto
evaluaremos en esta tesis el rol del Rey en la conformación de la
elite chilena a través del patronato real y el papel integrador de las
elites chilenas a la Monarquía que jugaron las instituciones
eclesiásticas.
En este sentido el estudio de la conformación de la jerarquía
del clero secular chileno ofrece un interés especial. Tardíamente
con respecto al clero de otros lugares de América, recién en el
siglo XVIII nos encontramos con un clero numeroso, de origen
local, que hizo su carrera en los dos cabildos eclesiásticos
existentes, Santiago de Chile y Concepción, desde los cuales
algunos fueron promovidos a obispados y arzobispados
americanos. El clero secular chileno en el siglo XVII compartió el
destino del país. Las potentes rebeliones indígenas, desastres
climáticos, terremotos sumieron a Chile en esta centuria en una
pobreza extrema. El gran problema de la Iglesia fue la escasez de
clérigos, o su mala formación cuando los había. El panorama de la
Iglesia cambió radicalmente en el siglo XVIII, cuando se conformó
una nueva elite, entre cuyas familias la Cámara de Indias
seleccionó a los miembros de los cabildos eclesiásticos abriéndose
así el camino hacia los obispados. Miembros de las elites chilenas,
nativos chilenos, conquistaron rápidamente algunos de los puestos
más altos de la jerarquía eclesiástica del imperio español en
América. Entre ellos dos hicieron su carrera precapitular en Lima.
El primero fue Manuel Antonio Gómez de Silva, quien fuera
primero canónigo de la catedral de Santiago de Chile, y desde el
deanato del cabildo eclesiástico de Lima y ascendió al obispado de
Cartagena de Indias en 1726. En 1728 fue presentado por el Rey
para el obispado de Popayán, pero no tomó posesión por morir en
el camino a su sede en 1732. El segundo, Diego Montero del
Aguila, catedrático en la Universidad de San Marcos, obispo de
Concepción entre 1708 y 1715 y obispo de Trujillo (Perú) entre
1716 y 1717.
A partir de la designación de Alonso del Pozo y Silva, como
obispo de Tucumán entre 1713 y 1723; obispo de Santiago de Chile
entre 1723 y 1730 y arzobispo de Charcas en 1730, comenzó un
nuevo proceso en el que nativos chilenos con carrera preepiscopal en
el reino fueron seleccionados por el Rey para los obispados chilenos.
Estos fueron: Pedro Felipe de Azúa e Iturgoyen, obispo de Concep-
67 Hermann, Christian, L'Eglise d'Espagne sous le Patronage Royal (1476-
1834), Casa de Velásquez, Madrid, 342 pp.,1988.
XLV