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De colonial a nacional: la carrera eclesiástica del clero secular chileno entre 1650 y 1810 de Indias que durante todo el siglo XVIII fue dentro del mismo coro, de tal manera que el deanato constituyó para la mayoría de los prebendados a la vez el punto máximo y el final de su carrera. El segundo factor lo determinó la Monarquía al no ascender a nadie desde Concepción a Santiago, ni desde Santiago a Concepción, aislando entre sí los dos cabildos eclesiásticos a diferencia del siglo XVII, inmovilizando entonces a los prebendados en los cabildos de su tierra natal. Pero el cabildo eclesiástico de Santiago comparte con otros cabildos el hecho de que la carrera precapitular de la mayoría de los prebendados incluyera la cura de almas. En efecto, treinta prebendados del total de los cincuenta fueron curas. Si en la primera mitad del siglo XVIII algunos curas ascendieron al cabildo eclesiástico habiendo servido uno o dos curatos, a fines del mismo siglo la carrera precapitular incluía la cura de almas combinada con tareas educativas en el Seminario o colegios, la administración diocesana y cargos menores universitarios o la cátedra. Simultáneamente las parroquias urbanas de la ciudad de Santiago, sobre todo el Sagrario de la catedral, se convierten en los beneficios curados de las carreras precapitulares. Pero para diecinueve prebendados su carrera eclesiástica se inició como capellanes de capellanías familiares y de instituciones, como familiares de obispos y capellanes de gobernadores o sirviendo en la administración diocesana, antes de ascender al coro de Santiago. Paulatinamente, por lo tanto, a lo largo del siglo XVIII se estrechó la relación entre la ciudad de Santiago y su cabildo eclesiástico. La mayoría de los prebendados fueron nativos de Santiago. Las tres parroquias de esta urbe se transformaron en el trampolín de acceso al coro catedralicio. La universidad acentuó esta relación al pactarse entre las autoridades civiles y el cabildo eclesiástico una alternancia en el rectorado, de manera que siempre un prebendado fue rector o vicerrector de la Universidad de San Felipe. La Universidad cambió la carrera precapitular de los prebendados, que en la segunda mitad del siglo XVIII incluyó la cátedra universitaria, estrechándose la relación entre cátedras y canonjías de oficio. A fines de ese siglo, pero más aún a comienzos del siglo XIX, quien fuera el catedrático del Maestro de las Sentencias sería el canónigo magistral, mientras que el catedrático de Prima de Leyes o de Cánones sería el doctoral. Los curas del obispado vieron cerrarse paulatinamente la posibilidad de ascender al cabildo eclesiástico oponiéndose a estas canonjías. Igualmente desaparecen entre los opositores los clérigos minoristas en busca de título de ordenación. El análisis de las carreras precapitulares (Rodríguez Zorrilla, Larraín) revela una complicada relación - 242 -
De colonial a nacional: la carrera eclesiástica del clero secular chileno entre 1650 y 1810 entre parroquias urbanas de la ciudad de Santiago, administración diocesana, universidad y cabildo eclesiástico. Aumenta también en esta época la frecuencia de viajes a la corte a pretender, garantía de llegar con una presentación al cabildo eclesiástico, tanto para los que iniciaban una carrera como para los que querían ascender en el cabildo eclesiástico. Aumenta asimismo la competencia a los pocos beneficios por parte de los muchos aspirantes, ahora doctores por la universidad del reino. También el más alto cargo administrativo de la diócesis, provisor y vicario general, estuvo a lo largo de todo el siglo XVIII en manos de miembros del cabildo eclesiástico. A partir de 1725 la canonjía toral se vinculó al provisorato. La larga permanencia en este cargo (treinta años Tula y Bazán y cuarenta años José Antonio Martínez de Aldunate) representa la continuidad de la iglesia local frente a los obispos que pasaban por la diócesis. En este contexto, el cargo aparece como una imposición a los obispos por el cabildo eclesiástico, baluarte de la elite del reino, sin el cual hubiera sido imposible el gobierno de la diócesis. - 243 -
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