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De colonial a nacional: la carrera eclesiástica del clero secular chileno entre 1650 y 1810
los propios méritos y los de los antepasados, ampliamente
considerado por la legislación castellana e indiana. 29
El sistema de promociones dentro de la carrera eclesiástica, en
su vertiente secular, abarcaba la promoción en sus órdenes, en los
beneficios eclesiásticos, en la prebendas de los cabildos
eclesiásticos y en la administración y gobierno de la diócesis. La
promoción en las órdenes se iniciaba con la tonsura o corona.
Normalmente los padres llevaban a sus hijos, según la costumbre a
partir de los siete años de edad, para su recepción. Seguían las
órdenes menores. La primera de ellas era el ostiariado, del latin
ostiarius, portero. El oficio propio era el de admitir en la Iglesia a
los dignos y rechazar a los indignos, y preocuparse de que todo lo
que se guarda en el templo esté en su lugar, por eso tenían las
llaves de la iglesia. Le seguía el lectorado, quien lo poseía podía
leer públicamente en las ceremonias religiosas tanto el Antiguo
como el Nuevo Testamento. La tercera, el exorcista, que podía
arrojar de oficio a los demonios por medio de exorcismos
establecidos por la Iglesia. Finalmente el acolitado, era para servir
en el altar al celebrante.
La verdadera selección y elección del estado se producía con
el acceso a las órdenes mayores, subdiaconado, diaconado y
presbiterado, imponían el celibato y otorgaban la potestad de
acercamiento físico a los vasos sagrados. Eran necesarias para
acceder a los beneficios eclesiásticos más importantes de la
diócesis y del imperio. El subdiaconado era la primera de las
órdenes mayores, se los conocía también como clérigos de epístola
en atención a sus futuros ministerios. El diaconado era la segunda
de las órdenes mayores. Al diácono se lo denominaba ordenado de
evangelio, también en atención a su ministerio futuro. El
presbiterado era la tercera y la última de las órdenes mayores,
completaba el proceso de ordenación sacerdotal. Se conocía a los
presbíteros como ordenados de misa, por serlos únicos que podían
celebrarla.
El concilio de Trento pedía informes y pruebas sobre el
nacimiento de los ordenandos, 30 quienes debían ser hijos legítimos y
de legítimo matrimonio. Esta exigencia se mantuvo inalterable
durante todo el período de nuestro estudio. Los aspirantes a la tonsura
debían saber leer y escribir, conocer los rudimentos de la fe y estar
confirmados. 31 Se requería la recomendación del pastor y del maestro
29 Leyes de Indias, tomo II, título VI, ley IV.
30 Concilio de Trento, sesión XXIII, cap. 5.
31 Concilio de Trento, sesión XXIII, caps. 4 y 5.
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