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De colonial a nacional: la carrera eclesiástica del clero secular chileno entre 1650 y 1810
nuevas parroquias y se multiplicaron en el campo los oratorios
particulares. El desarrollo económico y el crecimiento demográfico
consolidaron también a la Iglesia. Pero esta expansión tuvo para el
Estado y la Iglesia la misma frontera indígena, que constituía el
límite de la cristiandad colonial no sólo del reino de Chile sino
también del imperio español en América. Las nuevas
oportunidades económicas implicaron el ascenso social de la
mayoría de las familias de las elites chilenas. Igualmente creció la
capacidad de tener influencia en la corte y de reducir la
dependencia cultural y económica de Lima. En 1736 se había
creado ya una Diputación de Comercio, conservando el Consulado
de Lima sólo el derecho de apelación. En 1749 se inauguró una
Casa de Moneda y en 1747 abrió formalmente la Universidad de
San Felipe, subsidiada por el cabildo secular.
Las reformas borbónicas de fines del siglo XVIII acentuaron
la autonomía de las elites chilenas. Las reformas apuntaban a un
aumento de ingresos para la Corona con el fin de poder afrontar los
gastos militares de seguridad de las fronteras del imperio y las
guerras entabladas con sus enemigos. Si bien los motivos fueron
imperiales, no locales, requirieron de la cooperación de las elites
locales. En Chile en el plano militar se acentuó este mutua
necesidad: el reclutamiento de las tropas necesarias para
contrarrestar tanto a los enemigos externos como a los indígenas
no podía efectuarse sin un respaldo de los líderes locales.
Simultáneamente, el auge económico aumentó los ingresos
chilenos, lo que favoreció la separación administrativa del Perú. En
el reino de Chile las reformas se tradujeron en un reforzamiento de
las instituciones locales, se erigieron cabildos en varias ciudades
(rápidamente dominados por los hacendados locales) 59 y se dotó de
nuevo vigor al de Santiago. La creación del Tribunal de Minería y
del Consulado complementaron este proceso que permitió a las
elites desarrollar políticas y propuestas que favorecieran sus
intereses. Los municipios no eran solamente unidades
administrativas sino también un espacio autónomo de acción
política.
En definitiva las reformas borbónicas acrecentaron los contactos
directos entre las elites chilenas y la Monarquía por medio de
canales de comunicación que las elites sociales locales entablaron y
controlaron. La acción política de las elites y el control efectivo del reino
59 Lorenzo Schiafino, Santiago, “Los hacendados chilenos y las fundaciones
del siglo XVIII”, en: Boletín de la Academia Chilena de la Historia, N° 104,
Editorial Universitaria, Santiago, pp. 100 y ss., 1994.
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