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capítulo iii. siglo xviiiy tanteo”, que era empírico y no permitía un cálculo geométrico del volumen, sinosolo la estimación del caudal.El pueblo mexicano usaba el agua de manera indiscriminada en actividades quecontribuyeron a deforestar el valle, y a contaminar su agua y su suelo. Durante años,las personas dedicadas al lavado de ropa no contaron con sitios destinados a estaactividad, y no fue sino hasta finales del siglo XVII cuando empezó a ser regulada.Paradójicamente, dicha regulación ya existía en otras áreas del virreinato. En la ciudadde México se autorizó la instalación de baños y lavaderos y las primeras licenciasse hicieron en 1706 en los barrios de Monserrate y Atizapán, con la construcción delavaderos para pobres y después con los temazcales.Ante la escasez de agua las licencias se otorgaron en el ramal principal para sudisfrute en las pilas de lavado, y no para otro uso. Sin embargo, hubo quienes rompíanlos ramales cercanos a sus negocios clandestinos a fin de no pagar impuestos. Para respondera los abusos se aplicaron severas medidas. También se obligó la instalación dedatas de bronce, lo que se hizo extensivo a las nuevas mercedes. El monto de las multasy la concesión de mercedes iban de acuerdo con los requerimientos de las obras.En Santa Fe, el abandono era manifiesto desde 1706, al grado de que para conducirel agua se mandaron poner unas canoas sobre arcos en mal estado, los cuales asu vez se apuntalaban. Aunque la solución planteada por las autoridades era práctica,la irresponsabilidad de los peones obstaculizó su apropiada ejecución, ya que semetían al conducto para lavarse los pies o bañarse e incluso suspendían el serviciode agua. Aunado a lo anterior, después de varios días el canal se llenaba de basura ysuciedades, lo que daba como resultado aguas turbias y contaminadas. Esta situaciónnegativa incrementó el descrédito del Ayuntamiento que, ante la falta de presupuestopara poner vigilantes, recurrió a la formación de juntas de vecinos.La ciudad dejó de ser el paraíso que muchos describían; los desechos y la suciedadestaban por doquier. El abandono de la calzada de San Antonio Abad era tal en1705 que, en una longitud de 8600 varas aproximadamente, “no podían transitarpasajeros o comerciantes”. La reparación requerida implicaba 42 000 pesos y unamoderna tecnología a base de cascajo, arena y tezontle. Una vez concluida esta, seprocedería a recuperar las calzadas de Guadalupe, San Cosme y Belem.Limpia de ríos y el “problema” de los puertosA lo largo del siglo la limpieza fue una de las mayores preocupaciones del gobiernovirreinal. La capital debía despejarse de basura, además de controlar desechos197

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