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capítulo i. siglo xvial Ayuntamiento que convocara a un Cabildo para solucionar el problema. La juntase llevó a cabo el 18 de enero de 1580, y acordó que el licenciado Lorenzo Sánchezde Obregón, corregidor de la ciudad, y los regidores Antonio Carvajal y BaltasarMejía Salmerón, estudiaran los medios de evitar el peligro que amenazaba a México,acompañados por “indios viejos” que les informaran de los nacimientos de los ríos ymanantiales. El reconocimiento de los ríos dio principio el 5 de febrero de 1580, yse unieron a la comitiva el maestro de obras Claudio Arcienega y el ingeniero FranciscoDomínguez, cosmógrafo del rey, que por órdenes de él se encontraban en laNueva España. El cosmógrafo le comunicó al virrey que se debía abrir una zanja de10 leguas, medidas y reguladas por esfera, y se había de profundizar hacia el centro aun costo de más de 2000 ducados. Según Humboldt, los dos “hombres inteligentesque propusieron al Gobierno ese cañón de bóveda entre el cerro de Sincoque y laloma de Nochistongo fueron Obregón y Arcienega, por ser el punto al cual se debíaprestar atención ante su cercanía al río Cuautitlán”. Hubo más propuestas de obraaunque por no presentarse nuevamente lluvias torrenciales, los trabajos se limitarona reparar calzadas y a construir diques.A mediados del mes de enero de 1580, las acequias ubicadas al sur de la trazamostraban una elevación en su nivel que hacía pensar en una posible inundaciónde no atenderse a tiempo. De manera inmediata se llevó a cabo una inspección bajola atención de las autoridades, acompañadas por indios viejos que les hicieran saberde dónde provenían las corrientes que elevan el nivel de las acequias. Cinco díasdespués, los encargados de la investigación le informaron al virrey que el problemaprovenía de los ríos que abastecían las zonas de San Agustín, por lo que giró instruccionesde tapar el río o la fuente que estuviera provocando la elevación de losniveles en las acequias. Con una rapidez poco común, siete días más tarde ya se habíacorregido el daño. El virrey quedó tan satisfecho que, el 11 de octubre, medianteun libramiento, se reconoció la labor de quienes participaron en la prevención deldesastre urbano: el alarife Claudio de Arciniega, los oficiales Sebastián Gudil, BernabéGarcía, Juan de Rivas y Domingo Merrua, el escribano real Martín Alonso y elintérprete de la Real Audiencia, Juan de Alba.Cuando se anunció que el nuevo virrey estaba por llegar, en un acta del Ayuntamientoapareció el siguiente comentario: “la gestión de Martín Enríquez ha sido tanbuena para la Nueva España que no se le debe despedir con regocijo, por considerarlocomo una pérdida”.79

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