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capítulo iii. siglo xviiiTodo se adquiría, incluidos los “pedazos” de solares en la zona céntrica. Algunasde esas propiedades pueden localizarse en las actuales calles Cinco de Febrero no.38 y Venustiano Carranza no. 41, por sus frentes tan angostos. Sin embargo, el conflictoque se creó con la diversidad de superficies, y la disparidad de avalúos trató deresolverse hacia 1770 cuando Francisco Guerrero y Torres y José García de Torres,veedores de arquitectura, diseñaron un plano catastral con sus respectivos arancelespara la ciudad y “sus arrabales”. La mayor expansión de la capital se dio al norte conel pueblo de Guadalupe, y le siguieron San Cristóbal, el Peñol, la Piedad, Coyoacán,Iztacalco, los Remedios y Santa Fe, aún cuando ninguno se comparó con el de Guadalupe,que se convertiría en uno de los críticos problemas urbanos del siglo XVIII.Cuerpos de vigilancia y cuidadoUna ciudad con esa presencia conllevó a la creación de dos importantes cuerpos parapolicía, limpieza y buen gobierno de la misma. La Junta y el Juzgado de Policía fueronlos encargados de promover el empedrado; arreglar las entradas y salidas de la traza;supervisar el cercado de solares; vigilar que los artesanos se establecieran en sitios específicos;impedir la circulación de carretas con cal, piedra o trigo en la urbe; vigilar que nose arrojara basura ni animales muertos en las plazas, pilas y acequias; señalar los lugaresdestinados a inmundicias; y aplicar las sanciones correspondientes a los infractores. Respectoa obras municipales, la Junta de Policía contaba en ese momento con un subsidiocalculado entre 7 y 8 mil pesos para la limpieza, la que se obtenía por licitación rematadaen subasta pública y por área de cuartos citadinos. Cada uno de los cuatro sectores teníaun “asentista”, el cual se obligaba a controlar seis carretones por zona, aunque ante elcrecimiento de la marcha urbana el virrey consideró que el número de unidades en esemomento no se daría abasto, por lo que autorizó la construcción de doce más.Un aspecto correlacionado con la limpia fue la delincuencia urbana. El marquésacordó con el Ayuntamiento establecer un presidio para reos con delitos leves y ocuparlosen la limpieza y aseo de calles. El índice delictivo se originaba en la cantidadde “viciosos” que llegaba a ciento sesenta delincuentes en 1769, mismos que trabajaríandivididos por “escuadras” en los cuarteles y calles, vigilados y dirigidos por lossargentos, cabos y soldados inválidos, los cuales podrían gozar de una retribucióndiaria. Respecto a la perspectiva de erigir el penal, el Cabildo proporcionó el terrenode una propiedad ubicada en los arrabales de la capital. Se llamaría presidio de SanCarlos, con un costo anual estimado en 21 000 pesos; la construcción se concluyó el10 de noviembre de 1770.247

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