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capítulo iii. siglo xviiiDe acuerdo con dicho informe, una atarjea de la esquina del puente del Palaciohasta la garita de San Antonio Abad estaba en construcción. Ahí se daría entrada a las“aguas vivas de la acequia real” y, a su vez, salida a las aguas negras por otra que iba desdela esquina de Providencia, por las calles del Relox (hoy Argentina) hasta el puente deLeguízamo; se continuaba la atarjea de la calle de Tacuba, al tomar la ruta por la calle delas Escalerillas (hoy Guatemala) para unirse con la atarjea de la primera calle del Reloxy enlazar con la segunda del mismo nombre a la de Santo Domingo por la calle de laEncarnación (hoy González Obregón); y se terminaron las atarjeas de los callejonesde Santa Clara y de la Carnicería Mayor que daban salida a las de las calles de San Bernardoy del frente de la Diputación, así como a la de San Francisco y Santa Clara (hoyBolívar), respectivamente; se comenzaron las atarjeas de las calles de San Ildefonso, SanPedro y San Pablo, además de la de San Gregorio en dirección del puente de San AntonioTomatlán, “por donde caerán las aguas en la acequia real de San Lázaro, siguiendoel desagüe natural de la ciudad, que se orientaba de oeste a este”. Lo construido y lo quese hallaba en proceso de terminación, según el documento del virrey, llegaba a las 3200varas que, unidas a las 10 878 varas que se registraron a fines de septiembre de 1792,configuraban un total de 14 078 varas, sin incluir las de la Plaza Mayor. En cuanto a laerogación de la obra, debe señalarse que cada vara de atarjea se cotizaba en 10 pesos concuatro reales, y en un informe de 1790 acerca de la recuperación de 2648 varas lineales,se menciona que costó 150 832 pesos, un real y un grano.La falta de limpia constante de las atarjeas repercutía en el riesgo de inundacionesy en la salud de los habitantes, ya que se tenía la costumbre de extraer los lodos y labasura del tramo correspondiente a una calle, y dejarlos acumulados a la intemperiehasta secarse. Para acabar con esta práctica, el segundo conde de Revillagigedo hizoconstruir unos carros especiales que retiraran el lodo extraído de inmediato, bajo unaprogramación de limpia por tramos de 10 varas, pero sin mezclarlo con la basura.La red de acequias, pese a su importancia municipal, se mantenía sucia por todotipo de basura, con excepción de las calles más inmediatas al centro. Por esta razón,el virrey ideó, en su último año de gobierno, un proyecto de saneamiento de acequiasde lo más avanzado en su época. En 1794 le pidió al ingeniero Castera que diseñarauna planeación en la cual, en un área de nuevas calles de 3300 varas cuadradas, unaacequia maestra rodeara a la ciudad a fin de captar “aguas de servidumbre y temporales”,mediante atarjeas o un caño empedrado. Aclaraba que aún cuando ello involucrabala demolición de inmuebles, la recuperación económica sería por el Gobierno.El agrimensor del Ayuntamiento, José Burgaleta, y el ingeniero Constanzó evaluaronla propuesta, y tras calcular el volumen de excedentes y su acarreo sugirieron que295

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