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a nuevas intrusiones adicionales. Con igual justificación podría defenderse, por

ejemplo, la prohibición del alcohol y de la nicotina. ¿Y por qué iba a limitarse

la benevolente providencia del Estado a la protección del cuerpo del individuo

exclusivamente? ¿Acaso no es más catastrófico el daño que un hombre pueda

infligir a su mente y a su alma que cualquier otro mal corporal que pueda

padecer? ¿Por qué no se le iba a impedir leer, mirar o escuchar libros malos,

obras malas de teatro, estatuas y cuadros malos, o música mala? El perjuicio

causado por las malas ideologías es, seguramente, mucho más pernicioso (para

el individuo y para la sociedad en general) que el generado por las drogas

narcóticas [75] .

La grasa se ha convenido en un destacado grito de guerra y en el casus belli de la

«guerra cultural para el nuevo siglo»; un conflicto que no es más que una nueva versión

actualizada y reeditada de la perpetua pugna entre libertad y seguridad, dos cualidades

igualmente indispensables y codiciadas —aunque también difíciles de reconciliar— en

toda vida humana tolerable o deseable. El auge del «problema de la grasa» es

consecuencia directa (y previsible) del ascenso del cuerpo del consumidor a la

categoría de blanco preeminente del marketing y de que el cuidado del cuerpo se haya

convertido en el principal argumento de venta de artículos de consumo. La «guerra

cultural para el nuevo siglo» deriva su espíritu y su ímpetu de la ambivalencia

primordial por la que se caracteriza la condición humana en la emergente sociedad de

consumidores.

No se vislumbra solución alguna para dicha ambivalencia. El más sobrio y avezado

de los asesores aconsejará a los buscadores sometidos a su orientación que se adapten

a lo inevitable: la ambivalencia no va a desaparecer, dicen: no es posible separar las

alegrías de los horrores derivados de ingerir lo que el mundo nos vende y nos incita

seductoramente a digerir. Las alegrías y los horrores vienen juntos en un mismo lote, y

el puro gozo —sin adición alguna de horror— es cada vez más una quimera. Quienes

buscan orientación encuentran una única vía (no tanto de salir del problema como de

sortearlo): aumentar el ritmo metabólico, lo cual les permitirá (o eso esperan) cuadrar

el círculo y conseguir, en un solo intento, nadar y guardar la ropa, comerse el pastel y

seguir teniéndolo guardado en el frigorífico. Así, en sitios web como

www.fatlosstips.com, los buscadores de orientación y guía pueden aprender que:

Para perder grasa, ¡tienes que comer! NO te mueras de hambre. Tu cuerpo

está diseñado para sobrevivir y entre sus mecanismos de supervivencia está el

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