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política:

Poco después de la invasión de Irak, el New York Times publicó una

encuesta que indicaba que el 42% de la población estadounidense creía que

Sadam Husein era responsable directo de los atentados del 11 de septiembre

contra el World Trade Center y el Pentágono. La CBS publicó también un

sondeo según el cual el 55% de los estadounidenses creían que Sadam Husein

prestaba apoyo directo a la organización terrorista Al Qaeda. Según otro

sondeo, de Knight Ridder Princeton Research, «el 44% de los encuestados

dijeron que creían que “la mayor parte” o “algunos” de quienes secuestraron

aquellos aviones el 11 de septiembre de 2001 eran ciudadanos iraquíes». Una

mayoría de estadounidenses creían ya por entonces que Sadam Husein disponía

de armas de destrucción masiva, que estas habían sido ya encontradas, que

estaba a punto de fabricar una bomba nuclear y que, tarde o temprano, la

lanzaría sobre la desprevenida población estadounidense. Ninguna de aquellas

afirmaciones tenía fundamento real alguno, puesto que no existía ni la más

remota prueba que confirmara tales suposiciones. En un sondeo realizado por el

Washington Post cuando se acercaba la fecha que marcaba el segundo

aniversario de la tragedia del 11 de septiembre, el 70% de los estadounidenses

continuaba pensando que Irak había tenido una intervención directa en la

planificación de los ataques.

Entre tal panorama de ignorancia, no es difícil que nos sintamos perdidos y

desventurados; de hecho, aún más fácil resulta que estemos realmente perdidos y

sumidos en el infortunio sin que ni siquiera nos demos cuenta. Como Pierre Bourdieu

remarcó en un memorable comentario, la persona que no tiene control sobre el presente

no se plantea siquiera controlar el futuro. Pues, bien, la mayoría de estadounidenses

apenas deben de tener una visión vaga y borrosa de lo que les depara el momento

actual. Esta es una sospecha que se ve ampliamente confirmada por algunos

observadores particularmente incisivos y perspicaces. «Muchos estadounidenses»,

señala Brian Knowlton, del International Herald Tribune, «manifestaron que el vaivén

de los recientes niveles de alerta (de peligro máximo a moderado y, de nuevo, a

máxima alerta) ha hecho que se sientan indecisos sobre la urgencia (y el miedo) con el

que deben reaccionar en cada momento» [107] .

La ignorancia provoca la parálisis de la voluntad. La persona desconoce lo que le

espera y no tiene modo alguno de calcular los riesgos. Para las autoridades,

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