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para siempre en su debe contable como casos de insolvencia incorregible. Lo más

importante, sin embargo, es que esa selección, separación y expulsión del homo sacer

(aquella persona exceptuada tanto de la ley humana como de la divina) ha dejado de ser

patrimonio exclusivo de la autoridad estatal.

El rol del Estado se ve con frecuencia limitado hoy día a refrendar con su autoridad

una relegación previamente convertida en un «hecho de la vida» por procesos distintos

de los políticos y a hacer tal exención efectiva y duradera. En lugar de hacer una

demostración de fuerza para tratar de mantener a los suyos dentro, el Estado emplea su

actual poder postpanóptico en mantener alejados a los indeseables (tanto a los

forasteros como a los suyos propios convertidos en forasteros).

Es mucho el capital político que se puede extraer de la guerra contra los

«extranjeros» o contra los «extranjerizados». Nicolas Sarkozy, ministro del Interior

francés, se proyectó a los primeros puestos de los índices de popularidad de los

políticos de su país siguiendo el ejemplo de los populares clubes de «weightwatchers»

(«personas que vigilan su peso»), en los que sus miembros han de cumplir con unos

determinados «objetivos de adelgazamiento» semanales: él fijó «objetivos de

expulsión» para cada municipio y envió «manuales de expulsión» a los prefectos

locales [76] . Los votantes, según Sarkozy, deben «poder ver y medir» la dureza del

gobierno a la hora de ejecutar la política prometida, política que —dicho sea de paso

— significa una quema en efigie del angustioso monigote de la exención, un espectáculo

destinado a exprimir de la ansiedad que mana de todos los rincones del contexto

moderno líquido un capital en forma de apoyo político.

La nueva y rápidamente creciente categoría de homini sacri específica de la

sociedad moderna líquida de consumidores se compone —como era de suponer— de

consumidores «deficientes» o fallidos. A diferencia de las personas indolentes de la

sociedad de productores, los seres humanos que no aprueban el test de los actuales

baremos de bios (una «vida» distinta a zoe, que es la puramente animal) no son «casos

médicos», pacientes susceptibles de tratamiento y rehabilitación, aquejados por un

infortunio pasajero pero que, tarde o temprano, serán reasimilados y readmitidos en la

comunidad. Los actuales son auténtica y totalmente inútiles: residuos prescindibles y

supernumerarios de una sociedad reconstituida en sociedad de consumidores; no tienen

nada que aportar a la economía orientada al consumidor ni ahora ni en el futuro

inmediato; no añadirán nada a la reserva común de maravillas del consumo, ni «sacarán

al país de la depresión» usando tarjetas de crédito de las que no disponen y vaciando

cuentas de ahorros que no tienen. La «comunidad» estaría mucho mejor si

desaparecieran…

Aquellos a quienes Sarkozy condenó a la deportación han sido eximidos por

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