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blindados (como los famosos todoterrenos), vestimos ropa igualmente blindada (como

el «calzado de suela gruesa») o vamos a clases de artes marciales. «El problema»,

según sugiere David L. Altheide, «es que estas actividades reafirman y contribuyen a

producir una sensación de desorden que nuestras acciones no hacen más que

precipitar» [50] . Cada cerradura adicional que colocamos en la puerta de entrada como

respuesta a sucesivos rumores de ataques de criminales de aspecto foráneo, cada

revisión de la dieta en respuesta a un nuevo «pánico alimentario», hace que el mundo

parezca más traicionero y temible, y desencadena más acciones defensivas (que, por

desgracia, están condenadas seguramente a desembocar en el mismo resultado).

Nuestros miedos se perpetúan y se refuerzan cada vez más a sí mismos. Además, han

adquirido ya impulso propio.

De la inseguridad y del temor se puede extraer un gran capital comercial, como, de

hecho, se extrae. «Los anunciantes», comenta Stephen Graham, «han explotado

deliberadamente los miedos extendidos al terrorismo catastrófico para aumentar las

ventas de todoterrenos altamente rentables» [51] . Estos auténticos monstruos engullidores

de gasolina, mal llamados «utilitarios deportivos», se alzan ya con el 45% de todas las

ventas de coches en Estados Unidos y se están incorporando a la vida urbana cotidiana

como verdaderas «cápsulas defensivas». El todoterreno es

un símbolo de seguridad que, como los vecindarios de acceso restringido

por los que a menudo circulan, aparece retratado en los anuncios como algo

inmune a la arriesgada e impredecible vida urbana exterior […] Estos vehículos

parecen disipar el temor que la clase media urbana siente cuando se desplaza

por su ciudad de residencia o se ve obligada a detenerse en algún atasco.

Como si de efectivo líquido listo para cualquier inversión se tratara, el capital del

miedo puede ser transformado en cualquier forma de rentabilidad, ya sea económica o

política, como así ocurre en la práctica. La seguridad personal se ha convertido en un

importante (puede que, incluso, en el más importante) argumento de venta en toda suerte

de estrategias de marketing. «La ley y el orden», reducidos cada vez más a una mera

promesa de seguridad personal, se han convertido en un importante (si no el más

importante) argumento de venta en los programas políticos y las campañas electorales.

La exhibición de amenazas para la seguridad personal ha pasado a ser un importante

(quizás el más importante) recurso en las guerras de los medios de comunicación de

masas por los índices de audiencia (lo que ha redundado aún más en el éxito de los

usos comercial y político del capital del miedo). Como dice Ray Surette, el mundo que

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