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con toda la culpa de la difícil situación en la que se halla la creación cultural hoy en

día. Esta industria está muy bien preparada para el modo de vida al que yo llamo

«modernidad líquida». Tanto esa industria como ese modo de vida concuerdan bien

entre sí y refuerzan mutuamente el control que ejercen sobre las opciones entre las que

los hombres y las mujeres de nuestro tiempo pueden elegir de forma realista. La cultura

moderna líquida ya no se concibe a sí misma como una cultura de aprendizaje y

acumulación (del estilo de aquellas culturas recogidas en los estudios de los

historiadores y de los etnógrafos). Ahora parece, más bien, una cultura de

desvinculación, discontinuidad y olvido.

Pero ¿acaso no plantea esta última frase un contrasentido? Esa es la gran cuestión

(quizás, la verdadera cuestión de vida o muerte en lo que concierne a la cultura).

Durante siglos, la cultura convivió en una agitada simbiosis con la gestión,

revolviéndose incómoda —incluso asfixiándose, en ocasiones— dentro del abrazo de

los gestores, pero también corriendo en busca del cobijo de estos hasta el punto de salir

vigorizada y fortalecida de ese encuentro. ¿Sobrevivirá la cultura al cambio en la

gestión? ¿Le estará permitida otra existencia que no sea efímera como la de las

mariposas? ¿Limitarán los nuevos gestores —fieles al nuevo estilo de gestión— su

vigilancia a una mera labor de vaciamiento de activos? ¿Sustituirá la imagen de un

cementerio de «espectáculos culturales» difuntos o abortados a la idea de «pendiente

ascendente» como metáfora más apropiada de la cultura?

Willem de Kooning ha llegado a sugerir que, en este mundo nuestro, «el contenido

es un atisbo», una visión fugaz, una mirada de pasada [44] . Analista incisivo de los giros

y vueltas de la cultura posmoderna y post-posmoderna, Yves Michaud sugiere que el

mundo que actualmente consume y exalta la estética —meta eternamente esquiva aunque

tozudamente perseguida por la cultura— es un mundo vaciado (y vacío) de obras de

arte [45] , por mucho que, en su momento, se las supusiera unas adiciones duraderas a ese

mismo mundo…

Reflexionando sobre el estado y las perspectivas del arte contemporáneo, Tom

Wolfe llegaba a la conclusión de que nos habíamos deshecho de los objetos figurativos,

de la tercera dimensión, del pigmento, de la técnica, del marco y del lienzo… ¿y de la

pared también? ¿No resulta acaso premoderna la imagen de la obra de arte como objeto

colgado de la pared? [46]

Jacques Villeglé, artista en activo, fotógrafo entusiasta y pintor de enormes lienzos

colgados de las paredes de todos los salones de arte parisinos de mayor prestigio,

concibe un tipo distinto de pared: un artefacto completamente posmoderno, un muro que

mira a la calle donde se desarrolla la acción, una ventana antes que una parte más de la

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