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«sociedad del conocimiento» presagie enormes riesgos además de beneficios
potenciales; esta «amenaza con provocar mayores desigualdades y aumentar la
exclusión social», porque sólo el 60,3% de la población de la UE con edades
comprendidas entre los 25 y los 64 años ha completado un nivel de estudios
equivalente al menos a la educación secundaria, mientras que 150 millones de
habitantes de la Unión no alcanzan ese nivel educativo básico y «se ven confrontados a
un riesgo importante de marginalización». Pero, desde su primera página, el documento
habla de la necesidad de extender la educación/aprendizaje permanente para adquirir
«condiciones competitivas ventajosas» que «dependen cada vez más de la inversión en
capital humano», y de que el conocimiento y las aptitudes se conviertan en «un
poderoso motor del crecimiento económico». Según la Comisión, la importancia y la
necesidad del aprendizaje a lo largo de toda la vida radican en su papel como
«fomentador de una fuerza de trabajo cualificada, formada y adaptable». La tarea de
conseguir unos países «más abiertos, tolerantes y democráticos» caracterizados por
«una mayor participación cívica, un mayor bienestar y un descenso de la criminalidad»
sólo se introduce en un segundo plano en el argumento general y en forma de efecto
secundario: se espera que sea una consecuencia natural derivada del hecho de que,
gracias a las mejoras en formación, logren «acceder al mercado de trabajo» más
personas que, hasta ahora, habían estado insuficientemente preparadas.
El documento tiene todos los visos de un típico «producto de comité» en el que se
reúnen preocupaciones e intereses cuyo heterogéneo origen y cuyas relaciones
potencialmente contradictorias sólo pueden ocultarse tras una concienzuda y meticulosa
labor de redacción. Pero, aun así, el principal motivo de preocupación y argumentum
crucis en tomo al que gira el resto del texto se nos muestra claramente una y otra vez.
Viviane Reding, comisaria europea de Educación y Cultura, afirmaba en un prólogo a
dicha «Comunicación» que el propósito de esta es «ajustar nuestros sistemas
educativos a las exigencias de la economía y de la sociedad del conocimiento»,
mientras que en el informe de Cedefop/Eurydice publicado un año más tarde, se puede
leer que la «detección de las aptitudes requeridas por el mercado de trabajo» debe
convertirse en un «aspecto sumamente significativo del currículo ofertado». Según
señalaba Kenneth Wain en un documento preparado con motivo de la conferencia sobre
el proceso de consultas nacionales sobre aprendizaje permanente celebrada en Malta en
2001, la comunicación de la Comisión podría dar a entender «que lo que únicamente se
valora es esa forma de aprendizaje, el profesional, para fines relacionados con la
economía y el mercado laboral». En esa misma línea, Carmel Borg y Peter Mayo
concluyen su exhaustivo análisis del mensaje contenido en el «Memorando sobre el
aprendizaje permanente» (elaborado por la Comisión Europea en 2000 y previo a la