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Tantra-el-Culto-de-lo-Femenino-Andre-Van-Lysebeth

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incluso antes) hasta la disolución, llamada muerte (y sin duda más allá). Llevado, guiado por <strong>el</strong>la,<br />

estoy a salvo: <strong>el</strong>la me protege en todo momento contra las agresiones d<strong>el</strong> mundo exterior, me<br />

conserva con vida, pues <strong>el</strong>la es la Vida universal que se expresa a través «mío».<br />

A través <strong>de</strong> <strong>el</strong>la, <strong>el</strong> tantra me hace retroce<strong>de</strong>r hasta <strong>el</strong> hombre arcaico que vivía en su universo<br />

mágico, mientras que <strong>el</strong> hombre mo<strong>de</strong>rno, obnubilado por su ciencia <strong>de</strong>sacralizadora, no percibe ya<br />

la magia d<strong>el</strong> universo, ni siquiera la <strong>de</strong> su propio ser, y especialmente la <strong>de</strong> su cuerpo. Nuestro<br />

planeta hubiera podido ser un gran guijarro, árido y polvoriento como la Luna, perdido en la<br />

inmensidad h<strong>el</strong>ada. En lugar <strong>de</strong> eso, por su magia, la Vida hizo surgir una infinita multiplicidad <strong>de</strong><br />

seres, y la ciencia está lejos <strong>de</strong> haber comprendido la última fuente <strong>de</strong> esta magia.<br />

El hombre arcaico se sentía ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> fuerzas invisibles, protectoras o, al contrario, hostiles.<br />

Entonces, viendo surgir todos <strong>lo</strong>s seres <strong>de</strong> la Tierra nutricia, comprendió su carácter sagrado, y<br />

cuando se convirtió en cultivador —o más bien en «cultivadora», pues la agricultura es una<br />

invención femenina— la Tierra se convirtió en la Gran Diosa, la Madre <strong>de</strong> todo <strong>lo</strong> que vive. Luego,<br />

<strong>el</strong> hombre amalgamó la fertilidad <strong>de</strong> la Mujer y la <strong>de</strong> la Tierra: ¡<strong>lo</strong> expresa, por ejemp<strong>lo</strong>, un<br />

asombroso s<strong>el</strong><strong>lo</strong> hallado en Mohenjo-Daro (¿o en Harappa?) que muestra a una mujer, cabeza<br />

abajo, dando a luz un árbol completo con <strong>el</strong> tronco y las ramas!<br />

Las innumerables diosas dravídicas<br />

A propósito, dando a luz este capítu<strong>lo</strong>, me interrogo: ¿hay que abrumar al lector con estas<br />

innumerables divinida<strong>de</strong>s indias que siempre nos resultarán ajenas? ¡No! Y sería imposible, pues<br />

cada pueb<strong>lo</strong> d<strong>el</strong> país dravídico tiene una amma, o una mata, una «pequeña madre» <strong>lo</strong>cal que con<br />

frecuencia es <strong>el</strong> espíritu divinizado <strong>de</strong> una muerta, y observemos que se trata siempre <strong>de</strong> diosas y no<br />

<strong>de</strong> dioses como en <strong>el</strong> panteón védico.<br />

Con frecuencia tienen un lado terrorífico, pues a veces la madre <strong>de</strong>vora a sus propios hijos, al<br />

igual que la naturaleza pue<strong>de</strong> ser catastrófica, sobre todo en la India <strong>de</strong> clima continental: ca<strong>lo</strong>r<br />

aplastante, monzones <strong>de</strong>vastadores, animales salvajes, epi<strong>de</strong>mias mortíferas.<br />

Para citar só<strong>lo</strong> una, entre esas divinida<strong>de</strong>s temibles está Poleramma, la diosa <strong>de</strong> la viru<strong>el</strong>a.<br />

Cuando está furiosa provoca la enfermedad, cuando se apacigua la cura. Tiene su temp<strong>lo</strong> fuera d<strong>el</strong><br />

pueb<strong>lo</strong>, y para calmar su odio reclama sangre. Entonces le sacrifican una cabra, un buey o un ave.<br />

Antaño, en ocasión <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s gran<strong>de</strong>s cataclismos, <strong>lo</strong>s pobladores creían que só<strong>lo</strong> <strong>el</strong> sacrificio máximo<br />

podía alejar la catástrofe: <strong>el</strong> sacrificio humano. Estos sacrificados, con frecuencia voluntarios, eran<br />

muy honrados, porque, a modo <strong>de</strong> kamikazes, ofrecían su única vida para salvar muchas otras.<br />

¿Superstición? ¡Sin duda, y si yo tuviera la viru<strong>el</strong>a no me curaría matando un ave para calmar a<br />

Poleramma!<br />

Como son muy supersticiosos, <strong>lo</strong>s indios, sobre todo <strong>lo</strong>s d<strong>el</strong> sur, viven siempre en <strong>el</strong> temor. Como<br />

creen que la <strong>de</strong>sgracia golpea sobre todo a <strong>lo</strong>s que son f<strong>el</strong>ices, a todo precio necesitan evitar llamar<br />

la atención <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s espíritus maléficos. Si es invitado a casa <strong>de</strong> unos amigos indios, no diga, sobre<br />

todo, al anfitrión que tiene unos hermosos hijos o una casa preciosa: podría atraer <strong>el</strong> mal <strong>de</strong> ojo. Lo<br />

cortés es ver <strong>de</strong>fectos por todas partes. Ignorando esto, a <strong>lo</strong>s occi<strong>de</strong>ntales les <strong>de</strong>cepciona oír que un<br />

padre llama a su hijo «basura», «idiota» o «torpe». Por <strong>el</strong> contrario, se pue<strong>de</strong> admirar sin temor <strong>el</strong><br />

collar que usa <strong>el</strong> niño, o sus vestimentas: eso aparta la atención <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s espíritus malignos. D<strong>el</strong><br />

mismo modo <strong>lo</strong>s occi<strong>de</strong>ntales no advertidos se ofen<strong>de</strong>n cuando sus amigos indios les critican su<br />

hermosa casa o <strong>el</strong> coche nuevo.<br />

Sin embargo, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> estas innumerables diosas y a pesar <strong>de</strong> esas supersticiones, hasta <strong>el</strong><br />

poblador más humil<strong>de</strong> sabe que cada diosa <strong>lo</strong>cal es só<strong>lo</strong> una faceta <strong>de</strong> la Gran Diosa. Sin embargo,<br />

con <strong>el</strong> correr <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s sig<strong>lo</strong>s, poco a poco, algunas diosas han sobresalido d<strong>el</strong> montón y son las que<br />

por su carácter arquetí-pico, universal, nos afectan a todos.

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