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Tantra-el-Culto-de-lo-Femenino-Andre-Van-Lysebeth

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tio: prueba <strong>de</strong> que la materia viviente percibe la acción <strong>de</strong> la Luna, que actúa sobre nuestros ritmos<br />

vitales. En alguna parte, en las profundida<strong>de</strong>s secretas <strong>de</strong> nuestros tejidos, «algo» percibe esta<br />

acción y, al correr <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s milenios, estos ritmos lunares han mod<strong>el</strong>ado seguramente nuestros ritmos<br />

biológicos...<br />

Por ejemp<strong>lo</strong>, se conoce la influencia <strong>de</strong> las fases <strong>de</strong> la Luna en <strong>lo</strong>s oxiuros y en <strong>el</strong> sueño. La Luna<br />

rige también la vida vegetal, por su acción sobre la subida <strong>de</strong> la savia y por su luz, que es<br />

polarizada, y por tanto, organizada. Los campesinos <strong>de</strong> antaño, que <strong>lo</strong> sabían bien, tenían en cuenta<br />

las fases <strong>de</strong> la Luna para sembrar, cosechar, etc. Incluso en nuestros días, <strong>lo</strong>s arboricultores saben<br />

que hay que injertar <strong>lo</strong>s árboles en cuarto creciente porque entonces la luz es cicatrizante y<br />

estimulante.<br />

El Sol se cita con la Luna<br />

Pero la Vida obtiene su energía d<strong>el</strong> Sol. En nuestro planeta, la unión d<strong>el</strong> océano y <strong>el</strong> Sol hizo que<br />

se manifestara la vida, pero sin engendrarla. Pues, según <strong>el</strong> tantra, Vida y Conciencia —entida<strong>de</strong>s<br />

indisociables— son propieda<strong>de</strong>s universales, dimensiones d<strong>el</strong> cosmos, es <strong>de</strong>cir, preexistentes... Con<br />

la Vida suce<strong>de</strong> <strong>lo</strong> mismo que con la <strong>el</strong>ectricidad: no fue creada con la primera pila d<strong>el</strong> con<strong>de</strong> Volta;<br />

esta última só<strong>lo</strong> la manifestó. La Vida se manifestó gracias al Sol, y <strong>de</strong> su luz y su energía extrae su<br />

fuerza vital. Para vivir <strong>de</strong>bemos «<strong>de</strong>gradar» la energía solar. También esto «algo» en mí <strong>lo</strong> sabe...<br />

Así, reunir <strong>el</strong> océano, <strong>el</strong> Sol y la Luna en una sola imagen concentra un simbolismo muy potente<br />

al que se aña<strong>de</strong> <strong>el</strong> <strong>de</strong> la posición fetal, <strong>de</strong> la que «algo» en mí se acuerda muy bien. Más allá d<strong>el</strong><br />

int<strong>el</strong>ecto, en las profundida<strong>de</strong>s abisales d<strong>el</strong> inconsciente, esta contemplación pue<strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ramente<br />

reunimos con nuestra Madre cósmica.<br />

Los ingredientes <strong>de</strong> esta contemplación son fascinantes, hasta <strong>el</strong> punto <strong>de</strong> que, en verano, contra<br />

toda lógica, mil<strong>lo</strong>nes <strong>de</strong> personas en vacaciones, -aglutinadas a la orilla d<strong>el</strong> mar, se asan<br />

estoicamente sobre la arena ardiente <strong>de</strong> las playas. Y esto parece tan natural que no se advierte hasta<br />

qué grado es absurdo. En efecto, racionalmente, ¿qué pue<strong>de</strong> haber menos interesante que la arena,<br />

una masa <strong>de</strong> agua y <strong>el</strong> Sol? En buena lógica, la diversidad d<strong>el</strong> campo —o <strong>de</strong> la montaña— es en<br />

cambio interesante y atractivo. Para que la tri<strong>lo</strong>gía mar-arena-sol fascine hasta tal punto, ¿no se<br />

tratará más bien <strong>de</strong> una peregrinación hasta las fuentes mismas <strong>de</strong> la vida? Y uno no se cansa <strong>de</strong><br />

mirar, al atar<strong>de</strong>cer, <strong>el</strong> Sol hundiéndose en <strong>el</strong> mar, ni, al caer la noche, sentados sobre la arena, <strong>de</strong><br />

contemplar en silencio la Luna que se <strong>el</strong>eva y hace brillar las crestas <strong>de</strong> las olas.<br />

Me <strong>de</strong>tengo aquí, aunque habría tanto que <strong>de</strong>cir acerca <strong>de</strong> esta contemplación... Pero, cuando <strong>el</strong><br />

lector la haga —<strong>lo</strong> cual espero— olvi<strong>de</strong> todo este cam<strong>el</strong>o, cuyo único fin era «vendérs<strong>el</strong>a»...<br />

Meditación sobre la vida<br />

Ésta es una segunda meditación, más corta, que retoma parte <strong>de</strong> la anterior pero que sin embargo<br />

constituye un todo completo.<br />

La vida y la conciencia —inseparables— están presentes, con pleno <strong>de</strong>recho, incluso en <strong>lo</strong>s seres<br />

más primitivos que pueblan nuestro planeta. En este contexto, una meditación entre las más simples<br />

y más fecundas d<strong>el</strong> tantra tiene como tema la Vida misma. La propongo ahora al lector.<br />

Sentado en mi posición <strong>de</strong> meditación ordinaria —una āsana yóguica— o en una silla, siempre<br />

que mi columna esté bien vertical y equilibrada (¡no rectilínea), r<strong>el</strong>ajo primero la mayor cantidad<br />

posible <strong>de</strong> múscu<strong>lo</strong>s, sin olvidar <strong>lo</strong>s d<strong>el</strong> rostro. Detrás <strong>de</strong> mis párpados, cerrados o ligeramente<br />

entreabiertos, fijo <strong>lo</strong>s ojos hacia la punta <strong>de</strong> la nariz, sin bizquear <strong>de</strong>masiado porque eso crearía<br />

tensiones. Luego observo mi respiración durante algunos instantes, y percibo entonces la corriente<br />

<strong>de</strong> aire fresco que me entra por <strong>lo</strong>s orificios <strong>de</strong> la nariz, <strong>el</strong> aire caliente que sale. Luego me pongo a<br />

escuchar <strong>el</strong> cuerpo; dicho <strong>de</strong> otra manera, mi pensamiento interiorizado capta todas las sensaciones

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