Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
Galga; una <strong>de</strong>sdichada que ganaba algunos céntimos por aquellos<br />
andurriales.<br />
Al día siguiente, la policía <strong>de</strong>tuvo, en un meren<strong>de</strong>ro, a un randa, a<br />
quien le <strong>de</strong>cían el Chaval.<br />
Prendieron al mozo, que, al principio, negó con energía su<br />
participación en el crimen; pero al último confesó la verdad.<br />
Él no era el asesino. La Galga tenía dos amantes, uno él y otro el Bizco.<br />
El Bizco le había amenazado varias veces a él si no <strong>de</strong>jaba a la Galga, y<br />
un día se habían <strong>de</strong>safiado; pero, al llegar al lugar <strong>de</strong>l <strong>de</strong>safío, el Bizco le<br />
dijo que la Galga les engañaba a los dos.<br />
Se le había visto con uno a quien llamaban el Malandas, en un<br />
meren<strong>de</strong>ro. El Bizco y el Chaval <strong>de</strong>cidieron castigar a la Galga, y el Bizco<br />
la citó en el Soto.<br />
Era un día encapotado y frío. Al presentarse la Galga, salieron juntos<br />
el Chaval y el Bizco. El Bizco se lanzó sobre ella, y le pegó un puñetazo<br />
en la cara; ella volvió la espalda, y entonces él, sacando una navaja, se<br />
la hundió por los riñones. Esto era lo que había ocurrido.<br />
Don Alonso y Ortiz fueron los encargados <strong>de</strong> seguir la pista al Bizco.<br />
Tenían confi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> que se le había visto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l crimen, una vez<br />
en el puente <strong>de</strong> Vallecas y otra en la California.<br />
-Usted -le dijo Ortiz a don Alonso-, hace lo que yo le diga, nada más.<br />
-Está bien.<br />
-Hay necesidad <strong>de</strong> coger a este hombre cuanto antes.<br />
El primer día registraron, los dos, el Cuartelillo <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> Lavapiés;<br />
la Casa <strong>de</strong>l Cura, <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Santiago el Ver<strong>de</strong>; los rincones <strong>de</strong> la<br />
Huerta <strong>de</strong>l Bayo y las tabernas <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Peña <strong>de</strong> Francia y <strong>de</strong><br />
Embajadores, hasta el Pico <strong>de</strong>l Pañuelo. Al anochecer se sentaron a<br />
<strong>de</strong>scansar en el meren<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la Manigua.<br />
-¿A que no sabe usted por qué llaman a esto la Manigua? -le dijo Ortiz<br />
a don Alonso.<br />
-No.<br />
-Pues, es muy sencillo. Viene la gente aquí, bebe este vinazo, se<br />
emborracha y vomita... y, claro, tienen el vómito negro...; por eso se<br />
llama la Manigua.<br />
Fuera <strong>de</strong> este <strong>de</strong>scubrimiento, no hicieron ningún otro relacionado con<br />
sus pesquisas.<br />
Al día siguiente, muy <strong>de</strong> mañana, se metieron los dos por la calle <strong>de</strong>l<br />
Sur.<br />
-Vamos a ver si aquí nos enteramos -dijo Ortiz, señalando una<br />
taberna.<br />
Entraron en una tabernucha próxima a los camposantos. Ortiz conocía<br />
al tabernero, y hablaron los dos <strong>de</strong> los buenos tiempos en que se pasaba<br />
el vino <strong>de</strong> matute a carros.<br />
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