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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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Pío <strong>Baroja</strong><br />

mismo radicalismo <strong>de</strong> las teorías fatigaba a la larga, se llegaba en la<br />

anarquía pronto al fin, y el fin era un dogmatismo como otro cualquiera.<br />

Luego, la predicación <strong>de</strong> la rebeldía terminaba, en los espíritus<br />

in<strong>de</strong>pendientes, en ser rebelión contra el dogma, y nacían los libertarios,<br />

los ácratas, los naturistas, los individualistas..., y el anarquismo, con su<br />

crítica <strong>de</strong>structora, se <strong>de</strong>struía y se <strong>de</strong>scomponía a sí mismo. Se había<br />

disgregado, fundido; había entrado en su cuerpo <strong>de</strong> doctrina el germen<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación, y quedaba <strong>de</strong>l anarquismo lo que <strong>de</strong>bía quedar: su<br />

crítica <strong>de</strong> negación política, su metafísica, su filosofía libre, y la<br />

aspiración <strong>de</strong> un cambio oficial.<br />

En todas partes sucedía lo mismo. El dogma-anarquía, con su<br />

andamiaje <strong>de</strong> principios, marchaba a la bancarrota, y al mismo tiempo<br />

que el <strong>de</strong>sprestigio <strong>de</strong>l dogma, venía el <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>fensores y<br />

propagandistas. Después <strong>de</strong> los Quijotes <strong>de</strong> la anarquía, <strong>de</strong> los filósofos<br />

nihilistas, <strong>de</strong> los sabios, <strong>de</strong> los sociólogos, <strong>de</strong> los anarquistas<br />

dinamiteros, venían los anarquistas editores, Sanchos Panzas <strong>de</strong>l<br />

anarquismo, que vivían <strong>de</strong>l dogma y explotaban a los compañeros con<br />

periodiquitos en don<strong>de</strong> se las echaban <strong>de</strong> importantes y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s<br />

moralistas.<br />

Estos buenos Sanchos largaban su sermón plagado <strong>de</strong> lugares<br />

comunes <strong>de</strong> sociología callejera; hablaban <strong>de</strong> la abulia, <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>generación burguesa, <strong>de</strong> la amoralidad o <strong>de</strong>l agiotismo; en vez <strong>de</strong> citar<br />

a santo Tomás, citaban a Kropotkin o a Juan Grave; <strong>de</strong>finían lo lícito y<br />

lo ilícito para el anarquista, tenían la exclusiva <strong>de</strong> la buena doctrina; sólo<br />

ellos <strong>de</strong>spachaban en su tienda el verda<strong>de</strong>ro paño anarquista: los <strong>de</strong>más<br />

eran viles falsificadores vendidos al gobierno. Tenían la manía <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

que eran fuertes y sonrientes, y que vivían sin preocupaciones, cuando<br />

la mayoría <strong>de</strong> ellos eran pobres animales domésticos, que se pasaban la<br />

vida haciendo artículos, poniendo fajas a los paquetes postales <strong>de</strong> sus<br />

periódicos, y reclamando el dinero a los corresponsales morosos.<br />

Cada pequeño mago <strong>de</strong> estos reunía un público <strong>de</strong> papanatas que le<br />

admiraba, y ante quienes ellos hacían la rosca como pavos reales, y<br />

tenían una petulancia tal, que no era raro ver que el más insignificante<br />

Pérez se encarara <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su periodiquín con Ibsen o con Tolstoi, y le<br />

llamara viejo cretino, cerebro enfermo, y hasta le expulsara <strong>de</strong>l partido<br />

como indigno <strong>de</strong> pertenecer a él.<br />

En Madrid eran dos los periódicos que se disputaban el público<br />

anarquista: La Anarquía y El Libertario, y los dos se odiaban<br />

cordialmente.<br />

El odio entre La Anarquía y El Libertario era un odio <strong>de</strong> empresa. El<br />

dueño <strong>de</strong> La Anarquía había llegado hacía unos años a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r las i<strong>de</strong>as<br />

libertarias en un sentido radical y científico, y con la aparición <strong>de</strong> su<br />

periódico mató las publicaciones ácratas anteriores. Poco a poco, al<br />

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