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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />

-No, casi nunca.<br />

-Yo la sacaría a usted si supiera. Anda, tú, Manuel. No seas poltrón.<br />

Sácala a bailar.<br />

-Si quiere, vamos.<br />

Salieron por el corredor al patio enlosado, mientras el organillo tocaba<br />

un pasodoble. Bailaba la Salvadora recogiéndose la falda con la mano,<br />

con verda<strong>de</strong>ra gracia y sin el movimiento lascivo <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más mujeres.<br />

Cuando acabó el baile, Perico Rebolledo, algo turbado, le pidió que<br />

bailara con él.<br />

Al volver Manuel al sitio don<strong>de</strong> había merendado, tropezó en el<br />

corredor con dos señoritos y dos mujeres. Una <strong>de</strong> éstas se volvió a<br />

mirarle. Era la Justa. Manuel hizo como que no la había conocido y se<br />

sentó al lado <strong>de</strong>l señor Canuto.<br />

Volvió la Salvadora <strong>de</strong> bailar, con las mejillas rojas y los ojos brillantes,<br />

y se puso a abanicarse.<br />

-¡Olé ahí las chicas bonitas! -dijo el jorobado-. Así me gusta a mí la<br />

Salvadora; coloradita y con los ojos alegres. Señor artista, fíjese usted y<br />

vaya tomando apuntes.<br />

Ya me fijo -contestó Juan.<br />

La Salvadora sonrió ruborizada y miró a Manuel, que estaba violento.<br />

Trató <strong>de</strong> buscar el motivo <strong>de</strong>l malestar <strong>de</strong> Manuel, cuando sorprendió<br />

una mirada <strong>de</strong> la justa, fija, dura, llena <strong>de</strong> odio.<br />

-Será la que vivió antes con él -pensó la Salvadora, y, con indiferencia,<br />

la estuvo observando.<br />

En esto vino el mozo, y, acercándose a Manuel, le dijo:<br />

-De parte <strong>de</strong> aquella señora, que si quiere usted pasar a su mesa.<br />

-¡Gracias! Dígale usted a esa señora que estoy aquí con mis amigos.<br />

Al recibir la contestación, la justa se levantó y fue acercándose por la<br />

galería adon<strong>de</strong> estaba Manuel.<br />

-Viene hacia aquí esa pelandusca -dijo la Ignacia.<br />

-Más te vale ver lo que quiere -añadió la Salvadora con ironía. Manuel<br />

se levantó y salió al corredor.<br />

-¿Qué? -exclamó <strong>de</strong> un modo agresivo-. ¿Qué hay?<br />

-Na -contestó ella-. ¿Es que no te <strong>de</strong>jaban ésas salir?<br />

-No; es que a mí no me daba la gana.<br />

-¿Quién es esa que está contigo? ¿Tu querida? -y señaló a la Salvadora.<br />

-No.<br />

-¿Tu novia?... Chico, tienes mal gusto. Parece un fi<strong>de</strong>o raído.<br />

-¡Pchs! Bueno.<br />

-¿Y ese <strong>de</strong> los pelos?<br />

-Es mi hermano.<br />

-Es simpático. ¿Es pintor?<br />

-No; es escultor.<br />

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