Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />
españolas en el siglo XVII y XVIII. La ten<strong>de</strong>ncia a la holganza, según el<br />
tal sociólogo, se ha transmitido pura e incólume <strong>de</strong> padre a hijos, y,<br />
según él, la clase media española es una prolongación <strong>de</strong> esta caterva <strong>de</strong><br />
hidalgos <strong>de</strong> gotera, hambrones y gangueros.<br />
Trascanejo era hidalgo a cuatro vientos, y por eso no trabajaba; su<br />
familia había tenido casa solariega y un escudo, con más cuarteles que<br />
Prusia, entre los cuales había un jefe que representaba tres conejos en<br />
campo <strong>de</strong> azur.<br />
El hidalgo se pasaba el día en ese foro que tenemos en el centro <strong>de</strong><br />
Madrid, al que llamamos Puerta <strong>de</strong>l Sol.<br />
Siempre tenía este hombre, que era un pozo <strong>de</strong> embustes y <strong>de</strong> malicias,<br />
alguna noticia estupenda para solazar a sus amigos íntimos.<br />
-Mañana se subleva la guarnición <strong>de</strong> Madrid -<strong>de</strong>cía con gran misterio-.<br />
Tenga usted cuidado. Están comprometidos la Montaña, San Gil y<br />
algunos sargentos <strong>de</strong> los Docks. ¿Tien usted un Pitillo? Yo iré a la<br />
estación <strong>de</strong>l Mediodía con los <strong>de</strong> los barrios bajos.<br />
Este hombre, almacén <strong>de</strong> noticias falsas, que anunciaba revoluciones<br />
y pedía cigarros, tenía una vida interesante. Vivía con su novia, señorita<br />
ya vieja, entre cuero y mojama, y la madre <strong>de</strong> ella, señora pensionista,<br />
viuda <strong>de</strong> un militar. Con la pensión y con lo que trabajaban las dos<br />
damas, pasaban con cierta holgura y hasta tenían bastante para<br />
convidar a comer a Silvio a diario.<br />
Cada día este hombre, <strong>de</strong> una imaginación volcánica, preparaba un<br />
nuevo embuste para explicar que no le hubiesen dado un cargo <strong>de</strong><br />
gobernador o <strong>de</strong> cosa parecida, y ellas le creían y tenían confianza en él.<br />
El hombre <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Sol, que en la calle era el prototipo <strong>de</strong>l hablar<br />
cínico, <strong>de</strong>svergonzado e insultante, en casa <strong>de</strong> su novia era un hombre<br />
<strong>de</strong>licado, tímido, que trataba a su prometida y a la madre <strong>de</strong> ella con un<br />
gran miramiento. Entre la señorita ya acartonada y el golfo callejero se<br />
había <strong>de</strong>sarrollado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía veinte años un amor platónico y puro.<br />
Algún beso en la mano y una porción <strong>de</strong> cartas, ya arrugadas, eran las<br />
únicas prendas cambiadas <strong>de</strong> su amor.<br />
Silvio había cobrado algunas veces-por servicios prestados a la policía,<br />
y la noticia <strong>de</strong> los posibles atentados anarquistas le puso en guardia.<br />
-Hay un complot que explotar -se dijo-. Este complot está<br />
incubándose, en cuyo caso no hay más que <strong>de</strong>scubrirlo; o no hay nada<br />
pensado, y en este caso la cuestión está en organizarlo.<br />
Trascanejo olfateó por dón<strong>de</strong> olía a anarquismo, y a los pocos días cayó<br />
en la taberna <strong>de</strong> Chaparro.<br />
Habló con Juan.<br />
-Si uste<strong>de</strong>s están dispuestos a ayudar, nada más que ayudar, tengo<br />
gente para dar el golpe. Contamos con Pepe el Pollero, con Matías, el<br />
cortador <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> la Cebada. No necesitamos mas que una señal.<br />
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