Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
revolución social la hiciera el ejército, dando la batalla a los capitalistas;<br />
quería, también, que el ejército hiciese en el país las obras públicas <strong>de</strong><br />
canalización, <strong>de</strong> construcción <strong>de</strong> caminos, <strong>de</strong> tendido <strong>de</strong> líneas férreas,<br />
<strong>de</strong> repoblación <strong>de</strong> árboles, y que, luego <strong>de</strong> arreglado el terreno <strong>de</strong><br />
España, se le licenciara si ya no era útil. Tenía una concepción<br />
napoleónica <strong>de</strong> una Europa fe<strong>de</strong>rada, entre cesarista y anarquista.<br />
El joven gomoso encontró muy mal las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l capitán. Este joven<br />
gomoso y sociólogo escribía en periódicos y revistas y se llamaba a sí<br />
mismo anarquista intelectual. No tenía simpatía por nada ni por nadie.<br />
Para él, lo que había que <strong>de</strong>batirse antes <strong>de</strong> todo eran las posibilida<strong>de</strong>s<br />
científicas <strong>de</strong> la doctrina. Su i<strong>de</strong>al era una sociedad <strong>de</strong> categorías: arriba,<br />
los sociólogos, como mo<strong>de</strong>rnos magos, <strong>de</strong>finiendo y. dictando planes y<br />
reformas sociales; abajo, los trabajadores, ejecutando los planes y<br />
cumpliendo las ór<strong>de</strong>nes. La parte sentimental <strong>de</strong>l socialismo y <strong>de</strong> la<br />
anarquía le parecía <strong>de</strong>spreciable.<br />
-Yo estaría con uste<strong>de</strong>s -dijo el joven sociólogo-, siempre que uste<strong>de</strong>s<br />
se atuvieran a la parte científica <strong>de</strong> la doctrina. La i<strong>de</strong>a anarquista, sí; el<br />
sentimiento anarquista, no; porque no produce mas que crímenes y<br />
brutalida<strong>de</strong>s.<br />
-Uste<strong>de</strong>s los sociólogos, los ateneístas -murmuró el <strong>de</strong> las barbas con<br />
sorna-, quieren catalogar las i<strong>de</strong>as y los hombres, como los naturalistas<br />
clasifican las piedras y las mariposas. Se han muerto doscientas<br />
personas <strong>de</strong> hambre. No hay que indignarse, la cuestión es ver si el año<br />
pasado murieron más o menos.<br />
-¿Nos vamos a poner a llorar?<br />
-No digo eso. Lo que quiero <strong>de</strong>cir es que todos los números y todas las<br />
estadísticas no sirven para nada. Dice usted: la i<strong>de</strong>a anarquista, sí; el<br />
sentimiento anarquista, no. Pero, eso no pue<strong>de</strong> ser, no ha sido nunca.<br />
Entre miles <strong>de</strong> anarquistas que habrá actualmente en el mundo, no<br />
llegarán a quinientos los que tengan una i<strong>de</strong>a clara y completa <strong>de</strong> la<br />
doctrina. Los <strong>de</strong>más son anarquistas, como hace treinta años eran<br />
fe<strong>de</strong>rales, como antes progresistas, y como en épocas pasadas,<br />
monárquicos fervientes. Podrá ser un sociólogo anarquista por un<br />
espejismo científico; pero el obrero lo será porque, actualmente, es el<br />
partido <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sesperados y <strong>de</strong> los hambrientos. El obrero se contagia<br />
con el sentimiento anarquista que hay en el ambiente; el sabio, no; toma<br />
la i<strong>de</strong>a, la estudia como una máquina, ve sus tornillos, observa su<br />
funcionamiento, señala sus imperfecciones y luego va a otra cosa; el<br />
obrero, por el contrario, no tiene términos <strong>de</strong> comparación, se agarra a<br />
las i<strong>de</strong>as como a un clavo ardiendo; ve que el anarquismo es el coco <strong>de</strong><br />
la burguesía, un partido execrado por los po<strong>de</strong>rosos, y dice: «¡Ése es el<br />
mío!»<br />
-Está bien; pero yo no soy anarquista <strong>de</strong> ese modo. Para mí la anarquía<br />
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