Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />
En el grupo se manifestaron pronto tres ten<strong>de</strong>ncias: la <strong>de</strong> Juan, la <strong>de</strong>l<br />
Libertario y la <strong>de</strong>l estudiante César Maldonado. El anarquismo <strong>de</strong> Juan<br />
tenía un carácter entre humanitario y artístico. No leía Juan casi nunca<br />
libros anarquistas; sus obras favoritas eran las <strong>de</strong> Tolstoi y las <strong>de</strong> Ibsen.<br />
El anarquismo <strong>de</strong>l Libertario era el individualismo rebel<strong>de</strong>, fosco y<br />
huraño, <strong>de</strong> un carácter más filosófico que práctico; y la ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />
Maldonado, entre anarquista y republicana radical, tenía ciertas<br />
ten<strong>de</strong>ncias parlamentarias. Este último quería dar a la reunión aire <strong>de</strong><br />
club; pero ni Juan ni el Libertario aceptaban esto; Juan, porque veía una<br />
imposición, y el Libertario, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> esto, por temor a la policía.<br />
Una última forma <strong>de</strong> anarquismo, un anarquismo <strong>de</strong>l arroyo, era el <strong>de</strong>l<br />
señor Canuto, <strong>de</strong>l Madrileño y <strong>de</strong> Jesús. Predicaban éstos la <strong>de</strong>strucción,<br />
sin i<strong>de</strong>a filosófica fija, y su ten<strong>de</strong>ncia cambiaba <strong>de</strong> aspecto a cada<br />
instante, y tan pronto era liberal como reaccionaria.<br />
El primer domingo, en la reunión <strong>de</strong>l juego <strong>de</strong> bolos, el señor Canuto<br />
llevó la voz cantante. El señor Canuto había sido uno <strong>de</strong> los entusiastas<br />
<strong>de</strong> La Internacional, y cuando la escisión <strong>de</strong> los partidarios <strong>de</strong> Marx y <strong>de</strong><br />
los <strong>de</strong> Bakunin, el señor Canuto se había puesto <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> Bakunin.<br />
Había saludado con entusiasmo la Commune, creyendo que venía con<br />
ella la revolución social; <strong>de</strong>spués tuvo sus ilusiones con el levantamiento<br />
<strong>de</strong> Cartagena; luego, todas las asonadas, todos los motines, pensó que<br />
iban a traer la gorda; hasta que, al último, <strong>de</strong>sesperanzado ya, no quería<br />
oír hablar <strong>de</strong> nada. Era <strong>de</strong> los entusiastas <strong>de</strong> Pi y Margall; había conocido<br />
al caballero Fanelli, a Salvochea, a Serrano, a Mora, y recordaba una<br />
porción <strong>de</strong> frases extravagantes <strong>de</strong> Teobaldo Nieva, el autor <strong>de</strong> la Química<br />
<strong>de</strong> la cuestión social.<br />
Las historias <strong>de</strong>l señor Canuto tenían para todos cierto carácter<br />
arcaico, y no llegaron a interesar. Hablaba <strong>de</strong> cosas pasadas, <strong>de</strong> artículos<br />
<strong>de</strong> El Con<strong>de</strong>nado y <strong>de</strong> La Solidaridad, y <strong>de</strong> las épocas en que él había<br />
tenido gran mano en las cuestiones <strong>de</strong> los anarquistas. Apenas estaba<br />
enterado <strong>de</strong> las corrientes-mo<strong>de</strong>rnas, y la fama <strong>de</strong> Kropotkin y Grave,<br />
cuyos libros no había leído, le parecía una usurpación cometida en<br />
contra <strong>de</strong> Fourier, Proudhon y otros. Es verdad que tampoco había leído<br />
las obras <strong>de</strong> éstos; pero sus nombres le sonaban.<br />
Él quería su anarquía, la <strong>de</strong> su tiempo, la <strong>de</strong> Ernesto Álvarez, sobre<br />
todo. Estas últimas cosas catalanas, como <strong>de</strong>cía él con cierto <strong>de</strong>sdén, le<br />
molestaban.<br />
No tuvo esta segunda reunión el mismo atractivo que la primera, y<br />
muchos salieron aburridos. Con el objeto <strong>de</strong> avivar el interés, se anunció<br />
para el domingo siguiente que se discutirían puntos <strong>de</strong> la doctrina, y que<br />
Maldonado y Prats contestarían a las objeciones que se les hicieran.<br />
-Este Prats, ¿quién es? -preguntó Manuel al Madrileño.<br />
Se lo presentó. Era un hombre bajo, barbudo, con una cara <strong>de</strong> pirata<br />
65