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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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Pío <strong>Baroja</strong><br />

tenga tiempo <strong>de</strong> advertir nada al otro.<br />

Pasaron la noche la Salvadora y Manuel en el comedor con gran<br />

inquietud. Como si aquella máquina infernal hubiese estallado en su<br />

cerebro, Manuel sentía que todas sus i<strong>de</strong>as anarquistas se<br />

<strong>de</strong>smoronaban y que sus instintos <strong>de</strong> hombre normal volvían <strong>de</strong> nuevo.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un aparato así calculado fríamente le sublevaba. Nada podía<br />

legitimar la mortandad que aquello podía producir. ¡Cómo Juan podía<br />

intervenir en un proyecto tan salvaje! ¡Él, tan exageradamente bueno y<br />

humano! Es verdad, como había dicho Prats una vez, que en la guerra se<br />

bombar<strong>de</strong>aban pueblos enteros y se sembraba la muerte por todas<br />

partes; pero en la guerra había una presión nacional sobre los ejércitos<br />

que combatían, había a<strong>de</strong>más una disgregación <strong>de</strong> la responsabilidad;<br />

cada uno hacía lo que le mandaban, y no podía hacer otra cosa, a riesgo<br />

<strong>de</strong> ser fusilado; pero en el caso <strong>de</strong> los anarquistas era distinto: no había<br />

fuerza que les impulsara a cometer el crimen; al contrario, todo<br />

conspiraba para que no lo cometiesen...; y, sin embargo, ellos iban<br />

llevados por un bárbaro fanatismo, salvando todos los obstáculos, a<br />

sembrar la muerte entre infelices.<br />

A la hora <strong>de</strong> costumbre, Manuel salió <strong>de</strong> casa; no había dado la vuelta<br />

a la calle <strong>de</strong> Magallanes cuando dos hombre le <strong>de</strong>tuvieron.<br />

-¿Es usted Manuel Alcázar?<br />

-Servidor <strong>de</strong> usted.<br />

-Queda usted <strong>de</strong>tenido.<br />

-Está bien.<br />

-Vamos a registrar su casa. ¿Quiere usted darnos permiso para<br />

hacerlo, o quiere que vengamos con auto <strong>de</strong>l juez?<br />

-Lo mismo me da.<br />

-Entonces, haga el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>círselo así a su familia.<br />

-Bueno.<br />

Volvieron a la casa.<br />

-¡Ah!, yo exijo una cosa -dijo Manuel al entrar en el portal.<br />

-¿Qué?<br />

-Que asistan dos vecinos al registro.<br />

-Está bien.<br />

Manuel, con un agente, fue al juzgado <strong>de</strong> guardia, e inmediatamente le<br />

llevaron a presencia <strong>de</strong>l juez.<br />

-Tengo entendido -le dijo el juez- que es usted un anarquista<br />

peligroso..<br />

-¿Yo? No, señor, no soy anarquista.<br />

-Entonces, el agitador es un hermano <strong>de</strong> usted.<br />

-Mi hermano es anarquista, pero no <strong>de</strong> acción.<br />

-Su hermano es escultor, ¿verdad?<br />

-Sí, señor.<br />

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