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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />

-Mira -le dijo un día Juan a Manuel-, vete al Círculo <strong>de</strong>l Centro y diles<br />

que mañana por la tar<strong>de</strong> iré a La <strong>Aurora</strong>, y que hablaremos.<br />

Manuel fue a un Círculo que estaba próximo a la calle <strong>de</strong>l Arenal. Una<br />

porción <strong>de</strong> gente, a quien no conocía, le preguntó por Juan; al parecer,<br />

tenían por él un gran entusiasmo. Vio al Libertario, al Madrileño y a<br />

Prats.<br />

-¿Cómo está Juan? -le dijeron.<br />

-Ya va mejor. Mañana os espera en la taberna.<br />

-Bueno; ¿qué, te vas?<br />

-Sí.<br />

-Espera un momento -le dijo el Libertario.<br />

Estaban discutiendo una huelga <strong>de</strong> canteros. Manuel se cansó <strong>de</strong> una<br />

discusión que para él no tenía interés y dijo que se marchaba.<br />

-Nos iremos nosotros también.<br />

Salieron con Manuel, Prats, el Libertario y el Madrileño.<br />

Estos dos últimos tenían que andar siempre juntos mortificándose.<br />

El anarquismo <strong>de</strong>l catalán era, sobre todo, catalán, y Barcelona el<br />

mo<strong>de</strong>lo i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> anarquismo, <strong>de</strong> industria, <strong>de</strong> cultura; en cambio, al<br />

Madrileño, bastaba que una cosa fuera catalana para que le pareciera<br />

mala.<br />

-Allá no hay mas que pacotilla -<strong>de</strong>cía el Madrileño-; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los géneros<br />

<strong>de</strong> punto, hasta el anarquismo, todo es ful.<br />

-Y aquí, ¿qué hay en este pueblo in<strong>de</strong>cente? -replicó Prats-. Si esto<br />

<strong>de</strong>bían conventirlo en cenizas.<br />

-¿Aquí? Aquí hay la mar <strong>de</strong> sal.<br />

-Aquí... chistes es lo que saben hacer. ¡Cochina rasa!<br />

-Dejad eso... -gritó el Libertario-. ¡Vaya unos anarquistas! Se pasan la<br />

vida discutiendo si valen más los castellanos o los catalanes. Y luego<br />

quieren que <strong>de</strong>saparezcan las fronteras.<br />

Manuel se echó a reír.<br />

Siguieron los cuatro por la calle <strong>de</strong>l Arenal, atravesaron la Puerta <strong>de</strong>l<br />

Sol y subieron por la calle <strong>de</strong> Preciados.<br />

-Es que a mí me da asco lo que pasa aquí -dijo Prats-. Esto está<br />

muerto... En aquella época, en Barcelona, allá había alma... aunque éste<br />

no lo crea -y señaló al Madrileño; <strong>de</strong>spués siguió, dirigiéndose a Manuel:<br />

-Había agitación, que es lo que se necesitaba; solíamos dar conferencias<br />

bíblicas, y teníamos reuniones en don<strong>de</strong> cada noche se explicaba un<br />

punto <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as libertarias. Nosotros les convencíamos a los<br />

estudiantes y a los hijos <strong>de</strong> los burgueses y les atraíamos a nuestro<br />

campo. Recuerdo en una reunión <strong>de</strong> éstas a Teresa Claramunt,<br />

embarazada, que gritaba furiosa: ¡Los hombres son unos cobar<strong>de</strong>s!<br />

¡Mueran los hombres! ¡Las mujeres haremos la revolución!<br />

-Sí, fue una época <strong>de</strong> fiebre <strong>de</strong> todo el pueblo entero -dijo el Libertario.<br />

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