Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
Estaban allá el Inglés, Prats, el Madrileño y Silvio, que peroraba. No le<br />
habían visto a Juan. En esto entró el Libertario, se acercó a Silvio, le<br />
agarró <strong>de</strong> la solapa, y le dijo:<br />
-Usted es un soplón y un polizonte. ¡Hala! Fuera <strong>de</strong> aquí.<br />
Quedaron todos extrañados. Silvio, que estaba sentado, se levantó<br />
dignamente, recibió, también dignamente un puntapié certero que la<br />
arreó el Inglés, el <strong>de</strong>l juego <strong>de</strong> bolos. Al llegar a la puerta <strong>de</strong> la taberna,<br />
el hombre <strong>de</strong> los tres conejos en campo <strong>de</strong> azur se sintió hidalgo, recordó<br />
su apellido, se volvió, hizo un corte <strong>de</strong> mangas a todos, y echó a correr<br />
por el paseo <strong>de</strong> Areneros como un huracán, llevándose una mano atrás<br />
y otra al sombrero, sin duda para que no se lo llevara el aire.<br />
-Era un polizonte? -dijeron Prats y el Madrileño asombrados.<br />
-Sí.<br />
-¿Y todo lo que nos ha contado es mentira?<br />
-Y tan mentira.<br />
Al día siguiente no había venido Juan, y Manuel salió <strong>de</strong> casa. La<br />
Salvadora quedó cosiendo, <strong>de</strong>sazonada.<br />
Era un día <strong>de</strong> mayo esplendoroso; un cielo azul; una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> oro. La<br />
luz intensa, cegadora, vibraba llanamente en las colgaduras amarillas y<br />
rojas, en las ban<strong>de</strong>ras, en los gallar<strong>de</strong>tes, en los farolillos <strong>de</strong> las<br />
iluminaciones.<br />
Hormigueaba la gente por las calles. En los balcones y en las ventanas,<br />
en las cornisas y en los tejados, en las tiendas y en los portales, se<br />
amontonaban los curiosos. El sol reía en los trajes claros <strong>de</strong> las mujeres,<br />
en los sombreros vistosos, en las sombrillas rojas y blancas, en los<br />
abanicos que aleteaban como mariposas, y bajo el cielo azul <strong>de</strong> Prusia<br />
todo palpitaba y refulgía y temblaba a la luz <strong>de</strong>l sol con una vibración <strong>de</strong><br />
llama.<br />
Manuel fue husmeando por entre la multitud; a veces, el gentío lo<br />
llevaba a un lado, y tenía que estarse en la esquina <strong>de</strong> una calle, quieto,<br />
durante algún tiempo.<br />
Un temblor le iba y otro le venía, pensando que a cada momento podía<br />
oír una explosión. Por fin, se hizo la masa menos compacta, y Manuel<br />
pudo avanzar; la gente iba hacia la carrera <strong>de</strong> San Jerónimo.<br />
-¿Ha pasado algo? -dijo Manuel a un municipal.<br />
-No.<br />
-¿Por qué va la gente hacia allá?<br />
-Para ver otra vez al rey.<br />
-¿Tiene que volver a pasar por aquí?<br />
-Sí.<br />
Manuel avanzó hasta ponerse en primera fila, cerca <strong>de</strong> los soldados, en<br />
la calle Mayor. Miró a todas partes por si veía a Juan o a alguno <strong>de</strong> los<br />
compañeros. No vio a nadie.<br />
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