Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />
No tardó mucho en estar la comitiva <strong>de</strong> vuelta: A la entrada <strong>de</strong> la<br />
carrera <strong>de</strong> San Jerónimo se veía avanzar la tropa <strong>de</strong> jinetes que abría el<br />
paso.<br />
La muchedumbre, mal contenida por los guardias civiles, avanzaba en<br />
oleadas; pasaban por entre los caballos, hombres y mujeres<br />
congestionados, rojos, sudando. Los soldados que formaban la carrera<br />
hacían retroce<strong>de</strong>r a la gente con la culata <strong>de</strong> sus fusiles.<br />
Comenzó a pasar la comitiva por entre las filas <strong>de</strong> soldados y los<br />
cuchillos <strong>de</strong>l mauser, que refulgían al sol; aparecieron los palafreneros a<br />
caballo, abriendo la marcha, con sus trajes vistosos, <strong>de</strong> casaca, media<br />
blanca y sombrero <strong>de</strong> tres candiles; luego, siguieron varios coches, <strong>de</strong><br />
concha y <strong>de</strong> laca pintados y dorados, con sus postillones a la grupa y sus<br />
lacayos tiesos, empelucados, llenos <strong>de</strong> galones, y los caballos hermosos,<br />
<strong>de</strong> movimientos petulantes, con penachos blancos y amarillos. Después<br />
<strong>de</strong> estos coches <strong>de</strong> respeto, pasaron otros también dorados, ocupados<br />
por señoras ajadas, adornadas con dia<strong>de</strong>mas, con el traje cubierto por<br />
montones <strong>de</strong> perlas, acompañados por hombres <strong>de</strong> aire insignificante,<br />
enfundados en uniformes vistosos, con el pecho llego <strong>de</strong> cruces y <strong>de</strong><br />
placas...<br />
-¿Quiénes son? -preguntó Manuel.<br />
-Serán diputados o senadores.<br />
-No -repuso otro-; éstas son mayordomos <strong>de</strong> Palacio. Criados<br />
elegantes.<br />
Dos viejas gordas, sudorosas, vociferando, peleándose con la gente,<br />
llegaron hasta ponerse en primera fila.<br />
-Ahora veremos bien -dijo una <strong>de</strong> ellas.<br />
-¿Ve usted esas que pasan por ahí? -dijo un aprendiz con sorna,<br />
señalando a las damas con el <strong>de</strong>do-. Pues esas son las que hacen subir<br />
los garbanzos.<br />
-Y que el pueblo no pueda vivir -añadió un hombre <strong>de</strong> malas trazas.<br />
-¡Qué feas son! -murmuró una <strong>de</strong> las viejas gordas a su compañera.<br />
-No, que serán guapas -replicó el aprendiz-. Con esa señora se podría<br />
poner una carnicería -añadió, señalando con el <strong>de</strong>do una anciana y<br />
melancólica ballena que iba en un coche suspendido por muelles.<br />
-Y tó lo llevan al aire -siguió diciendo la vieja a su compañera, sin hacer<br />
caso <strong>de</strong> las observaciones <strong>de</strong>l muchacho.<br />
-Pa que no las entre la polilla -replicó el aprendiz.<br />
-Y tien las tetas arrugás.<br />
-No, que las tendrán duras.<br />
-¿Y esas señoras son las ricas? -preguntó la lugareña a Manuel, muy<br />
preocupado.<br />
-Sí.<br />
-Parece que tienen cara <strong>de</strong> no haberse <strong>de</strong>sayunado nunca. ¿Verdad,<br />
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