Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
-¡Ah!... Es bien... Es bien -gritó Caruty, que hasta entonces había<br />
estado silencioso e inmóvil-. Es bien... le grand canaille.. Es bien... Es<br />
una frase...<br />
-Yo asistí a la ejecución <strong>de</strong> Salvador -siguió diciendo Skopos- <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />
coche <strong>de</strong> la Ronda; cuando subió al patíbulo iba cayéndose...; pero ¡la<br />
vanidad lo que pue<strong>de</strong>!...; el hombre vio un fotógrafo que le apuntaba con<br />
la máquina, y entonces levantó la cabeza y trató <strong>de</strong> sonreír... Una sonrisa<br />
que daba asco, la verdad, no sé por qué... El esfuerzo que hizo le dio<br />
ánimos para llegar al tablado. Aquí trató <strong>de</strong> hablar; pero el verdugo le<br />
echó una manaza al hombro, le ató, le tapó la cara con un pañuelo negro,<br />
y se acabó... Yo esperé a ver la impresión que producía a la gente. Venían<br />
obreros y muchachas <strong>de</strong> los talleres, y todos, al ver la figurilla <strong>de</strong><br />
Salvador en el patíbulo, <strong>de</strong>cían: ¡Qué pequeño es! Parece mentira.<br />
Y hablaron <strong>de</strong> otros anarquistas, <strong>de</strong> Ravachol, <strong>de</strong> Vaillant, <strong>de</strong> Henry,<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong> Chicago... Había oscurecido y siguieron hablando... Ya no eran<br />
las i<strong>de</strong>as, eran los hombres los que entusiasmaban. Y entre su<br />
humanitarismo exaltado y su culto <strong>de</strong> sectarios por una especie <strong>de</strong><br />
religión nueva, aparecía en todos ellos, saliendo a la superficie, su fondo<br />
<strong>de</strong> meridionales, su admiración por el valor, su entusiasmo por la frase<br />
rotunda y el gesto gallardo...<br />
Manuel se sentía inquieto, profundamente disgustado en aquel<br />
ambiente.<br />
Y todos los domingos aumentaba el número <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ptos en «La <strong>Aurora</strong><br />
roja». Unos, contagiados por otros, iban llegando... Y crecía el grupo<br />
anarquista libremente, como una mancha <strong>de</strong> hierba en una calle<br />
solitaria...