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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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Pío <strong>Baroja</strong><br />

-¿Sería ésta? -preguntó Caruty; y se puso a cantar:<br />

Dame dynamite<br />

que l'on danse vite<br />

chanton et buvons<br />

et dynamitons dynamite,<br />

dynamite dynamitons.<br />

-Eso es -dijo el Libertario-. Eso <strong>de</strong> «dynamitons» entusiasmaba a mi<br />

paisano.<br />

-¿Qué quieren éztos? -me <strong>de</strong>cía.<br />

-Derribarlo todo -le contestaba yo.<br />

-¿ Tó?<br />

-¡Todo!... Monarquía, República, curas, reyes, obispos... ¡todo abajo!<br />

-¡Qué gachós! -<strong>de</strong>cía él, con una admiración <strong>de</strong> salvaje...<br />

»Se fue con una <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong>l restaurante y le perdí <strong>de</strong> vista; unos<br />

meses <strong>de</strong>spués, cuando se comenzó la revisión <strong>de</strong>l proceso Dreyfus, en<br />

París, a cada paso había alborotos en las calles. Un día los anarquistas<br />

organizaron una manifestación en la plaza <strong>de</strong> la República. A la cabeza<br />

iban Sebastián Faure y sus amigos. Se veían tipos raros, melenudos, con<br />

levitas largas y entalladas, gente pálida, <strong>de</strong> mirada triste... Luego venía<br />

una tropa que daba miedo, unos tíos <strong>de</strong> barbas, chillando, amenazando<br />

con el bastón y con los puños, y entre ellos, aprendices <strong>de</strong> taller y<br />

gomosos elegantes...; una mezcolanza que ni Dios la entendía. Iban por<br />

el bulevar Magenta hacia la estación <strong>de</strong> Estrasburgo. Un grupo llevaba<br />

una gran ban<strong>de</strong>ra roja, y tras él venían otros grupos cantando Les<br />

Lampions, y gritando <strong>de</strong> cuando en cuando, pero muchas veces seguidas:<br />

»-¡Viva Zola! ¡Viva Zola! ¡Viva Zola!<br />

»Se oían también gritos chillones <strong>de</strong> ¡Viva la Anarquía!, y el público<br />

comenzaba a correr asustado.<br />

»En esto salieron <strong>de</strong> una bocacalle doscientos o trescientos<br />

municipales, y como una cuña entraron entre los manifestantes, a<br />

puñetazos y empujones y cortaron la manifestación. Veinte o treinta<br />

cargaron sobre el grupo que llevaba la ban<strong>de</strong>ra e intentaron cogerla. La<br />

ban<strong>de</strong>ra retrocedió, anduvo si caigo o no caigo, inclinándose,<br />

levantándose... Yo me paré a ver en qué terminaba aquello.<br />

»Ya iba a <strong>de</strong>saparecer la ban<strong>de</strong>ra entre la gente, cuando <strong>de</strong> pronto se<br />

irguió <strong>de</strong> nuevo; los manifestantes se pusieron a cantar La Marsellesa<br />

como locos, cargaron sobre los guardias y los arrollaron. Toda la<br />

avalancha pasó gritando, vociferando, y se rehizo la manifestación. Yo<br />

me a<strong>de</strong>lanté, cruzando unas callejuelas, hasta salir otra vez al bulevar.<br />

»Al pasar junto a mí, iba la ban<strong>de</strong>ra roja <strong>de</strong>splegada, y la llevaba mi<br />

paisano el andaluz, que marchaba en medio <strong>de</strong> una turba <strong>de</strong> exaltados.<br />

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