Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
la penetración <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> san Ignacio, sino <strong>de</strong> que la sociedad<br />
española actual es una sociedad <strong>de</strong> botarates y <strong>de</strong> mequetrefes<br />
dominados por beatas.<br />
Los polizontes no pue<strong>de</strong>n creer que los atentados anarquistas sean<br />
obras individuales, y buscan siempre el hilo <strong>de</strong>l complot; y los<br />
anarquistas, no pue<strong>de</strong>n per<strong>de</strong>r la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que son perseguidos en todos<br />
los momentos <strong>de</strong> su vida.<br />
Los anarquistas pa<strong>de</strong>cen a<strong>de</strong>más la obsesión <strong>de</strong> la traición. En<br />
cualquier sitio don<strong>de</strong> se reúnan más <strong>de</strong> cinco anarquistas, hay siempre,<br />
según ellos, un confi<strong>de</strong>nte o un traidor.<br />
Muchas veces este traidor no es tal traidor, sino un pobre diablo a<br />
quien algún truchimán <strong>de</strong> la policía, haciéndose pasar por dinamitero<br />
feroz, le saca todos los datos necesarios para meter en la cárcel a unos<br />
cuantos.<br />
Al acercarse el período <strong>de</strong> la coronación, los periódicos, por hablar <strong>de</strong><br />
algo, dijeron que se preparaban a venir a Madrid policías extranjeros por<br />
si llegaban anarquistas con fines siniestros.<br />
Al leer esto hubo un hombre que pensó que la tal noticia podía valer<br />
dinero. Este hombre no era un hombre vulgar, era Silvio Fernán<strong>de</strong>z<br />
Trascanejo, el hombre <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Sol.<br />
Entre los muchos Fernán<strong>de</strong>z, más o menos ilustres <strong>de</strong>l mundo,<br />
Fernán<strong>de</strong>z Trascanejo, el hombre <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Sol, era<br />
indudablemente el más conocido. No había mas que preguntar por él en<br />
la acera <strong>de</strong>l café Oriental, en cualquiera <strong>de</strong> esos clubs al aire libre que en<br />
la Puerta <strong>de</strong>l Sol se forman junto a los urinarios; todo el mundo le<br />
conocía.<br />
Trascanejo era un hombre alto y barbudo, con un sombrero blando <strong>de</strong><br />
ala ancha a lo mosquetero que le cubría media cara, una chaqueta <strong>de</strong><br />
alpaca en verano, un abrigo seboso en invierno, y en las dos estaciones,<br />
una sonrisa suntuosa y un bastón.<br />
Era un <strong>de</strong>sharrapado que se las echaba <strong>de</strong> marqués.<br />
-No me gustan los términos medios, ¿está usted? -<strong>de</strong>cía-: o voy hecho<br />
un andrajoso, o elegante hasta el paroxismo.<br />
El hombre <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Sol vestía y calzaba indudablemente <strong>de</strong><br />
prestado, y el que le prestaba las ropas <strong>de</strong>bía ser más grueso que él,<br />
porque siempre estaba holgado en ellas; pero en cambio, el donador tenía<br />
el pie más pequeño, porque a Trascanejo los tacones le caían hacia la<br />
mitad <strong>de</strong> la planta <strong>de</strong>l pie, con lo cual solía caminar a modo <strong>de</strong> bailarina.<br />
Trascanejo no trabajaba, no había trabajado nunca. ¿Por qué?<br />
Un sociólogo <strong>de</strong> estos que ahora se estilan me ha dicho en secreto que<br />
piensa escribir una memoria para <strong>de</strong>mostrar, casi científicamente, que el<br />
80 al 90 por 100 <strong>de</strong> la golfería en España, literatos, cómicos, periodistas,<br />
políticos, etc., proviene en línea directa <strong>de</strong> los hidalguillos <strong>de</strong> las al<strong>de</strong>as<br />
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