Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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IX<br />
La noche - Los cuervos - Amanece - Ya estaba bien<br />
Habla el Libertario<br />
Al llegar, Manuel tomó en brazos a Juan y le subió a su casa.<br />
La Ignacia y la Salvadora, al verle en aquel estado, preguntaron<br />
<strong>de</strong>soladas:<br />
-¿Qué ha sido? ¿Qué ha sido?<br />
-Nada, que le ha dado un vómito y no sé cómo no se ha muerto. Está<br />
<strong>de</strong>smayado.<br />
Le <strong>de</strong>snudaron entre los tres, le pusieron botellas <strong>de</strong> agua caliente y<br />
llamaron al médico. Le dio éste una poción <strong>de</strong> morfina, porque <strong>de</strong> cuando<br />
en cuando el enfermo seguía tosiendo y echando sangre.<br />
-¿Cómo está? -le preguntó la Salvadora al médico.<br />
-Mal, muy mal. Hay una <strong>de</strong>pauperación gran<strong>de</strong> y la enfermedad se<br />
encuentra muy avanzada. No pue<strong>de</strong> resistir más que días.<br />
Se marchó el médico, se tranquilizó Juan, y pasó toda la noche<br />
durmiendo, con un sueño tranquilo. A veces, su respiración se hacía<br />
bronca y sibilante; otras, <strong>de</strong> su pecho salía un gorgoteo, como él <strong>de</strong>l agua<br />
al salir <strong>de</strong> una botella. Pasaban minutos en que parecía que ya no<br />
alentaba, hasta que un suspiro profundo normalizaba <strong>de</strong> nuevo la<br />
respiración.<br />
La Salvadora y Manuel pasaron toda la noche en el cuarto, observando<br />
al enfermo.<br />
Por la mañana, la Ignacia salió <strong>de</strong> casa a oír misa.<br />
-Vete tú también a la imprenta -dijo la Salvadora a Manuel-; si pasa<br />
algo, ya te avisaré.<br />
Al volver <strong>de</strong> la calle la Ignacia, dijo con cierto misterio a la Salvadora.<br />
-¿Se ha marchado Manuel?<br />
-Sí.<br />
-Me alegro.<br />
-¿Por qué?<br />
-Porque he avisado un cura para que confiese a Juan. El pobre lo está<br />
<strong>de</strong>seando. ¡Como ha sido seminarista! Pero no se atreve a pedirlo.<br />
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