Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />
Entraron en una antesala <strong>de</strong> la galería baja. Había allá un señor <strong>de</strong><br />
barba blanca y mirada severa, y dos jóvenes. Los tres estaban vestidos<br />
con toga y birrete.<br />
-Soy enemigo <strong>de</strong>l indulto -<strong>de</strong>cía el señor <strong>de</strong> la barba blanca-; le he<br />
con<strong>de</strong>nado dos veces a muerte y las dos le han indultado. Ahora espero<br />
que lo ejecutarán.<br />
-Pero es una pena tan severa -murmuró uno <strong>de</strong> los jóvenes sonriendo.<br />
-¿Hablan <strong>de</strong>l Bizco? -preguntó Manuel a Ortiz.<br />
-No, creo que no.<br />
-¡Nada, nada! -exclamó el viejo <strong>de</strong> la barba blanca-; hay que hacer un<br />
escarmiento. Hemos quedado en que se fije la fecha <strong>de</strong>l recurso para<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mayo, no vaya a ser indultado por el santo <strong>de</strong>l rey.<br />
-¡Qué bárbaros! -exclamó Juan.<br />
-En estos casos -repuso el joven togado tímidamente-, es cuando se<br />
pregunta uno si la sociedad tiene <strong>de</strong>recho para matar; porque,<br />
indudablemente, este hombre no ha estado nunca en posesión <strong>de</strong> su<br />
conciencia, y la sociedad, que no se ha cuidado <strong>de</strong> educarle, que le ha<br />
abandonado, no <strong>de</strong>bía tener <strong>de</strong>recho...<br />
-La cuestión <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho es una cuestión vieja, <strong>de</strong> la que nadie se ocupa<br />
-replicó el viejo con cierta irritación-. ¿Existe la pena <strong>de</strong> muerte? Pues<br />
matemos. Consi<strong>de</strong>rar la pena como medio <strong>de</strong> rehabilitación moral, aquí<br />
entre nosotros, es una estupi<strong>de</strong>z. ¡Enviar a uno a que se rehabilite a un<br />
presidio!... El <strong>de</strong>recho a la pena, el <strong>de</strong>recho a ser rehabilitado..., muy<br />
bonito para la cátedra. El presidio y la pena <strong>de</strong> muerte no son mas que<br />
medidas <strong>de</strong> higiene social, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este punto <strong>de</strong> vista, nada tan higiénico<br />
como cumplir la ley en todos los casos, sin indultar a nadie.<br />
Manuel miró a su hermano.<br />
-¿No tiene razón?<br />
-Sí; <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo suyo, tiene razón -replicó Juan-. A pesar <strong>de</strong> eso, yo<br />
encuentro a ese viejo sanguinario bastante repulsivo.<br />
Se abrió una puerta y apareció un hombre bajito, <strong>de</strong> bigote negro y<br />
rizado, con lentes, algo ventrudo, movedizo y calvo.<br />
-¿Qué tal? -le preguntó el juez.<br />
-Mal; el jurado está cada vez más torpe. Yo le advierto a usted que lo<br />
hago a propósito, y todos los pretextos que envían las personas discretas<br />
para no ser jurados, los acepto. Cuanto más brutos sean los que<br />
componen el jurado, mejor. A ver si se <strong>de</strong>sacredita <strong>de</strong> una vez.<br />
-También la ley <strong>de</strong>bían modificarla... -comenzó diciendo el joven.<br />
-Lo que <strong>de</strong>bían hacer era suprimir el jurado -afirmó el hombre<br />
chiquito.<br />
Ahora pue<strong>de</strong>s bajar un momento -dijo Ortiz a Manuel- y preguntarle si<br />
quiere algo.<br />
Bajó Manuel unos escalones. Se abrió la puerta <strong>de</strong> un calabozo. Había<br />
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