Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
-Sin embargo -<strong>de</strong>cía-, habrá que resolverse.<br />
Algunas veces pensaba si la Salvadora guardaría algo en el fondo <strong>de</strong> su<br />
corazón, si estaría enamorada <strong>de</strong> otro, y la observaba. Ella notaba la<br />
observación y le miraba, como diciendo: No te oculto nada; soy así.<br />
-En fin -murmuraba Manuel-, esperaremos a que se arregle la cuestión<br />
económica.<br />
En ocasiones, sin que Manuel comprendiera el motivo, la Salvadora se<br />
ruborizaba y sonreía turbada...<br />
Un día, la Salvadora contó a Manuel algo extraño que había visto.<br />
-Ayer, por la noche, estaba sin po<strong>de</strong>r dormir, cuando oí que en la<br />
guardilla andaba Jesús. Escuché y al poco tiempo sentí pasos muy<br />
ligeros en la escalera, como <strong>de</strong> un hombre que va <strong>de</strong>scalzo, y <strong>de</strong>spués, el<br />
ruido <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la calle. Me levanté, me asomé al balcón, y le vi a<br />
Jesús, calle <strong>de</strong> Magallanes arriba. Eran las dos <strong>de</strong> la noche. Me fui a mi<br />
cuarto, y estuve escuchando para ver si le oía al volver; pero me dormí.<br />
Hoy la Ignacia ha sacado la ropa <strong>de</strong> Jesús para cepillarla, y las botas y<br />
los pantalones estaban llenos <strong>de</strong> tierra, como si hubiese andado por el<br />
campo.<br />
-¿Adón<strong>de</strong> irá ese hombre? -preguntó Manuel.<br />
-No sé; pero, seguramente, no irá a hacer cosa buena.<br />
-Nos pondremos en acecho. Si otra vez le oyes que sale, llámame.<br />
-Bueno.<br />
Das <strong>de</strong>spués, al mediar la noche, sin que nadie le llamara, Manuel se<br />
<strong>de</strong>spertó. Se oía ruido arriba, en el cuarto <strong>de</strong> Jesús. Se incorporó en la<br />
cama, y escuchó largo rato. Se oyeron pasos lentos, leves; <strong>de</strong>spués, el<br />
crujido <strong>de</strong> los peldaños <strong>de</strong> la escalera. Manuel se levantó, se vistió y se<br />
acercó a la puerta. El que bajaba en aquel momento salía a la calle.<br />
Manuel abrió el balcón, se asomó y vio a Jesús; luego bajó <strong>de</strong> prisa las<br />
escaleras; la puerta estaba entornada.<br />
A<strong>de</strong>lantó Jesús por el oscuro callejón, convertido en un río <strong>de</strong> fango, y<br />
Manuel le siguió a larga distancia. La noche estaba oscura y temerosa;<br />
caía una lluvia fina y penetrante.<br />
Al llegar al final <strong>de</strong>l pasadizo que formaban las tapias <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong><br />
Magallanes, se oyó un silbido suave, que fue contestado por otro.<br />
Después <strong>de</strong> recorrer la calle oscura, Jesús volvió hacia la izquierda,<br />
pasó al lado <strong>de</strong> la tapia <strong>de</strong>rruida <strong>de</strong>l cementerio; luego se <strong>de</strong>tuvo, miró<br />
en<strong>de</strong>rredor, por si le seguían, se encaramó en la cerca y <strong>de</strong>sapareció. Al<br />
poco rato, otro hombre hizo la misma operación. Manuel, esperó, por si<br />
acaso.<br />
Siguió esperando en su acecha<strong>de</strong>ro, y viendo que ya nadie aparecía, se<br />
fue acercando al sitio por don<strong>de</strong> escalaban la tapia. Tuvo la mala suerte<br />
<strong>de</strong> meterse en un barrizal. En los pies se le iban formando pellas <strong>de</strong> barro<br />
y no avanzaba mas que a duras penas. Llegó tras <strong>de</strong> mucho bregar al<br />
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