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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />

habían quitado toda la masa obrera al partido republicano,<br />

inutilizándolo, quizá para siempre, sólo con el calificativo <strong>de</strong>l partido<br />

burgués. El Bolo no podía acostumbrarse a oír a los compañeros tratar<br />

sin consi<strong>de</strong>ración intelectual a los hombres como Salmerón, Ruiz<br />

Zorrilla, que habían sido siempre sus ídolos; no podía acostumbrarse a<br />

oír tratar a estos hombres ilustres como reaccionarios sin relieve;<br />

figurones <strong>de</strong> cartón, más o menos serios, que barajaban con gran<strong>de</strong>s<br />

aires <strong>de</strong> hierofante, frases conceptuosas, sin ningún valor filosófico ni<br />

práctico.<br />

La única satisfacción <strong>de</strong>l zapatero como político era ver que los<br />

libertarios tenían casi como uno <strong>de</strong> los suyos a Pi y Margall, y que el<br />

recuerdo <strong>de</strong>l viejo y venerable don Francisco se conservaba en todos ellos<br />

con entusiasmo y con respeto...<br />

Manuel tardó mucho tiempo en comenzar a leer la Historia <strong>de</strong> la<br />

Revolución. Al principio, le aburrió; pero luego, poco a poco, se sintió<br />

arrastrado por la lectura. Primero se entusiasmó con Mirabeau; luego,<br />

con los girondinos: Vergniaud, Petion, Condorcet; <strong>de</strong>spués, con Danton;<br />

luego llegó a creer que Robespierre era el verda<strong>de</strong>ro revolucionario;<br />

<strong>de</strong>spués, Saint Just; pero, al último, la figura gigantesca <strong>de</strong> Danton fue<br />

la que más le apasionó. De los revolucionarios, el más repugnante le<br />

pareció Sieyes; el más simpático, Anacarsis Cloots, el ateo prusiano.<br />

Sentía Manuel una gran satisfacción sólo por haber leído aquella<br />

historia. Algunas veces pensaba:<br />

-Ya no me importaría ser golfo, no tener dinero; habiendo leído la<br />

Historia <strong>de</strong> la Revolución Francesa, creo que sabría ser digno...<br />

Después <strong>de</strong> Michelet, leyó un libro acerca <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>l 48; luego<br />

otro sobre la Commune, <strong>de</strong> Luisa Michel, y todo esto le produjo una gran<br />

admiración por los revolucionarios franceses. ¡Qué hombres! A<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

los colosos <strong>de</strong> la Convención: Babeuf, Proudhon, Blanqui, Baudin,<br />

Delescluze, Rochefort, Félix Pyat, Vallés..., ¡qué gente!<br />

-Lo que se <strong>de</strong>bía hacer -le dijo un día Morales a Manueles poner una<br />

encua<strong>de</strong>rnación aquí al lado.<br />

-Pero ¿sólo para lo que se trabaja en casa? -preguntó Manuel.<br />

-No; buscar un encua<strong>de</strong>rnador que alquile la puerta <strong>de</strong> al lado, y a él<br />

le convendría estar junto a una imprenta, y a nosotros tener aquí una<br />

encua<strong>de</strong>rnación.<br />

-Eso sí es verdad.<br />

-Estese usted a la mira.<br />

Se enteró Manuel, preguntó en varias imprentas, y ya iba a abandonar<br />

sus gestiones, cuando el dueño <strong>de</strong> La Tijera, periódico órgano <strong>de</strong> los<br />

sastres, le dijo:<br />

-Yo conozco a un encua<strong>de</strong>rnador que piensa mudarse <strong>de</strong> casa. Y tiene<br />

parroquia, porque trabaja bien.<br />

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