Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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V<br />
El buen obrero socialista - Los esparcimientos <strong>de</strong> Jesús<br />
¿Para qué sirven los muertos?<br />
En vez <strong>de</strong> tomar un cajista, como había pensado, lo que hizo Manuel<br />
fue poner un regente, y no se arrepintió.<br />
Manuel no tenía condiciones para la dirección; a<strong>de</strong>más, estaba rendido<br />
con el trabajo <strong>de</strong>l taller y el corretear por las noches.<br />
El regente que llevó Manuel a su casa tenía unos treinta y tantos años,<br />
era hombre ilustrado, rechoncho, fuerte, con i<strong>de</strong>as socialistas. Se<br />
llamaba Pepe Morales.<br />
Era el tipo <strong>de</strong>l obrero inteligente y tranquilo, trabajaba muy bien, lo<br />
hacía todo con maña, no se impacientaba nunca y era puntual como un<br />
reloj. Des<strong>de</strong> que entró Morales, el trabajo en la imprenta comenzó a<br />
regularizarse.<br />
Manuel podía estar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, algún tiempo charlando. En el<br />
corral <strong>de</strong> la casa crecía una higuera achaparrada. La Salvadora y la<br />
Ignacia habían pedido al casero permiso para <strong>de</strong>sempedrar el patio y<br />
hacer un jardinillo; en un rincón pusieron dos parras y otras plantas que<br />
el señor Canuto trajo <strong>de</strong> su huerta.<br />
Los días <strong>de</strong> buen tiempo bajaban todos al corralillo, seguidos <strong>de</strong> Kis y<br />
<strong>de</strong> Roch. Las gallinas cacareaban; el gallo, petulante, con sus ojos como<br />
los botones <strong>de</strong> un pantalón, se contoneaba gallardo, y en la guardilla se<br />
arrullaban las palomas.<br />
A poco <strong>de</strong> estar en la imprenta, Morales, con su mujer y sus hijos, fue<br />
a visitara Manuel. La mujer <strong>de</strong>l regente era muy guapa e hizo gran<strong>de</strong>s<br />
amista<strong>de</strong>s con la Salvadora. Se contaron una a otra sus apuros y sus<br />
preocupaciones.<br />
Manuel, mientras tanto, no a<strong>de</strong>lantaba nada en sus negocios<br />
amorosos; había entre la Salvadora y él algo que les separaba. Muchas<br />
veces Manuel, por la noche, al acostarse, se <strong>de</strong>cidía a tomar una<br />
resolución para el día siguiente; pero se levantaba y todos sus planes se<br />
le olvidaban; le parecía que los <strong>de</strong>talles menudos <strong>de</strong> la vida,<br />
interponiéndose en su camino, le impedían <strong>de</strong>cidirse.<br />
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