Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
-¿Qué? Hacer saltar este armazón social, este conglomerado <strong>de</strong><br />
iniquida<strong>de</strong>s a fuerza <strong>de</strong> bombas. Hay que barrer todo lo que queda <strong>de</strong><br />
esta sociedad podrida.<br />
-En nombre <strong>de</strong>l bienestar <strong>de</strong> todos, ¿eh?<br />
-Tú lo has dicho -contestó Juan.<br />
-Yen nombre <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho a la vida <strong>de</strong> los que han <strong>de</strong> vivir, vais a matar<br />
al niño, y al viejo, y a la mujer... que ya viven.<br />
-Es necesario -replicó Juan con voz sombría.<br />
-¡Ah! ¡Es necesario!<br />
-Sí. El cirujano que amputa un miembro gangrenado tiene que cortar<br />
carne sana.<br />
-Y tú, Libertario -repuso Manuel-; tú, que crees que el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> vivir<br />
<strong>de</strong> un hombre está por encima <strong>de</strong> todo; tú, que no aceptas que uno evite<br />
la fatiga y haga trabajar a otro, aceptas que un inocente tenga que<br />
sacrificar su vida para que los hombres <strong>de</strong> mañana vivan bien. Pues yo<br />
te digo que eso es imbécil y monstruoso. Y si a mí me dijeran que la<br />
felicidad <strong>de</strong> la humanidad entera se pudiera conseguir con el lloro <strong>de</strong> un<br />
niño, y eso estuviera en mi mano, yo te digo que no le haría llorar a un<br />
niño, aunque todos los hombres <strong>de</strong>l mundo se me pusieran <strong>de</strong> rodillas...<br />
-Y harías bien -murmuró Juan-. Por los niños, por las mujeres, por los<br />
débiles, nosotros trabajamos. Y por ellos hay que <strong>de</strong>struir la sociedad<br />
actual, basada en la iniquidad; por ellos hay que cauterizar brutalmente<br />
la llaga social.<br />
Para Juan, en su exaltación, todos los caminos, todos los<br />
procedimientos eran buenos, con tal <strong>de</strong> que trajeran la revolución<br />
soñada. Esta sería la aurora <strong>de</strong> un nuevo día, la aurora <strong>de</strong> la justicia, el<br />
clamor <strong>de</strong>l pueblo entero, durante tantos años vejado, martirizado,<br />
explotado, reducido a la miserable situación <strong>de</strong> bestia <strong>de</strong> carga. Sería<br />
una aurora sangrienta en don<strong>de</strong> a la luz <strong>de</strong> los incendios crujiría el viejo<br />
edificio social sustentado en la ignominia y en el privilegio, y no quedaría<br />
<strong>de</strong> él ni ruinas, ni cenizas, y sólo un recuerdo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio por la vida<br />
abyecta <strong>de</strong> nuestros miserables días.<br />
Sería el barro negro <strong>de</strong> las Injurias y <strong>de</strong> las Cambroneras que ahogaría<br />
a los ricos; la venganza justa contra las clases directoras que hacían <strong>de</strong>l<br />
Estado una policía para salvar sus intereses, obtenidos por el robo y la<br />
explotación, que hacían <strong>de</strong>l Estado un medio <strong>de</strong> calmar a tiros el hambre<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>samparados.<br />
Aquella mayor parte <strong>de</strong> la humanidad que agonizaba en el infierno <strong>de</strong><br />
la miseria se rebelaría e impondría la piedad por la fuerza, e impediría<br />
que se siguieran cometiendo tantas infamias, tantas iniquida<strong>de</strong>s. Y para<br />
esto, para excitar a la rebelión a las masas, todos los procedimientos<br />
eran buenos: la bomba, el incendio, el regicidio...<br />
¡Qué se podía contestar a un fanatismo así!<br />
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