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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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Pío <strong>Baroja</strong><br />

berberisco, <strong>de</strong> un color bronceado, con rayas y vetas negruzcas. Tenía<br />

este hombre pelos en toda la cara, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos, en la nariz<br />

aguileña, en las cejas. Con su aspecto terrible, su manera <strong>de</strong> hablar<br />

bronca, las manos <strong>de</strong> oso, peludas y <strong>de</strong>formes, imponía.<br />

-¿Vendrás -el domingo, compañero? -le dijo a Manuel <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

saludarle.<br />

-Sí.<br />

-Entonces, hasta el domingo.<br />

Y se dieron un apretón <strong>de</strong> manos.<br />

-¡Vaya un tipo! -dijo Manuel.<br />

-No es tan tremendo como parece este Rama Sama -añadió el<br />

Madrileño -. En fin, veremos si el domingo esto se anima. Salieron<br />

Manuel y el Madrileño. Era el Madrileño, por lo que les oyó <strong>de</strong>cir Manuel,<br />

hombre burlón y paradójico y que tenía un gran fondo <strong>de</strong> malicia. Su<br />

tipo, según aseguraba, era Pini el estafador, y le encantaba que unos<br />

ladrones hubiesen dado dinero a Juan Grave para la propaganda<br />

anarquista. A Manuel le pareció que <strong>de</strong>bía ser un hombre capaz <strong>de</strong><br />

sacrificarlo todo por una frase ingeniosa o por un chiste.<br />

El Madrileño había sido amigo <strong>de</strong> Olvés, <strong>de</strong> Ruiz y <strong>de</strong> Suárez, autores<br />

<strong>de</strong> una explosión en «La Huerta», el hotel don<strong>de</strong> vivía Cánovas.<br />

-Paco Ruiz era un hombre <strong>de</strong> buen corazón -le dijo a Manuel-. Si yo<br />

hubiera estado en Madrid, no hubiese hecho la barbaridad <strong>de</strong> poner la<br />

bomba en casa <strong>de</strong> Cánovas.<br />

-¿Y no hizo daño a nadie con la bomba? -le preguntó Manuel.<br />

-A nadie más que a él, que murió.<br />

-¿Y cómo no se pudo escapar?<br />

-Se pudo escapar. Verás lo que pasó; él llevaba una botella <strong>de</strong> pólvora<br />

cloratada, la puso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la verja <strong>de</strong>l hotel y encendió la mecha.<br />

Cuando se retiraba, vio que iba a entrar una criada con unos niños.<br />

Inmediatamente Paco volvió, recogió la botella, y en la mano le estalló; le<br />

arrancó el brazo la explosión y lo <strong>de</strong>jó muerto.<br />

El Madrileño, conocido <strong>de</strong> la policía como amigo <strong>de</strong> anarquistas, había<br />

sido víctima <strong>de</strong> un seudocomplot <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> la Cabeza, y había estado<br />

algunos meses preso.

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