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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />

qué era lo que quería; le digo que buscaba mi gabán, lo encuentro, y<br />

entonces se me ocurre mirar hacia la sala. ¡Cristo! La cosa era terrible;<br />

me pareció que había cuarenta o cincuenta muertos. Bajé a las butacas.<br />

Aquello era imponente; en el teatro, gran<strong>de</strong>, lleno <strong>de</strong> luz, se veían los<br />

cuerpos rígidos con la cabeza abierta, llenos <strong>de</strong> sangre; otros, estaban<br />

dando las últimas boqueadas. Había heridos gritando y la mar <strong>de</strong><br />

señoras <strong>de</strong>smayadas, y una niña <strong>de</strong> diez o doce años muerta. Algunos<br />

músicos <strong>de</strong> la orquesta, vestidos <strong>de</strong> frac, con la pechera blanca<br />

empapada en sangre, ayudaban a trasladar los heridos... era imponente.<br />

-Pero hubiera sido aún más terrible si llegan a hacer lo que querían,<br />

que era apagar las luces <strong>de</strong>l teatro antes <strong>de</strong> echar las bombas -dijo Prats.<br />

-¡Qué barbaridad! -exclamó Manuel.<br />

A oscuras hubieran muerto todos -añadió riendo Prats.<br />

-No -exclamó Manuel levantándose-; <strong>de</strong> eso no se pue<strong>de</strong> reír nadie, a<br />

no ser que sea un canalla. Matar así <strong>de</strong> una manera tan bárbara...<br />

-Eran burgueses -dijo el Madrileño. Aunque lo fueran.<br />

-Y en la guerra, ¿no matan los militares a gente inocente? -preguntó<br />

Prats-. ¿No disparan sobre las casas con bala explosiva?<br />

-Pues los que hacen eso son tan canallas como el otro.<br />

-Éste, como ya tiene su imprenta -dijo el Madrileño con sorna-, se<br />

siente burgués.<br />

-Por lo menos, no me siento asesino. Ni tú tampoco.<br />

-Una <strong>de</strong> las bombas no estalló -dijo Skopos-, cayó sobre una mujer<br />

muerta por la primera bomba. Por esto, la carnicería no fue mayor.<br />

-¿Y quién hizo esa bestialidad? -preguntó Perico Rebolledo.<br />

-Salvador.<br />

-Ese sí que tendría las entrañas negras...<br />

-Debía ser una fiera -dijo Skopos-. Él se escapó <strong>de</strong>l teatro en el<br />

momento <strong>de</strong>l pánico, y al día siguiente, cuando el entierro <strong>de</strong> las<br />

víctimas, parece que se le ocurrió subir a lo alto <strong>de</strong>l monumento <strong>de</strong> Colón<br />

con diez o doce bombas, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí irlas arrojando al paso <strong>de</strong> la<br />

comitiva.<br />

-No comprendo cómo se pue<strong>de</strong> tener simpatía por hombres así -dijo<br />

Manuel.<br />

-Mientras estuvo preso -siguió diciendo Skopos-, hizo la comedia <strong>de</strong><br />

convertirse a la religión. Los jesuitas le protegieron, y allí anduvo un<br />

padre Goberna solicitando el indulto. Las señoras <strong>de</strong> la aristocracia se<br />

interesaron también por él, y él se figuraba que le iban a indultar... Pero<br />

cuando le metieron en capilla y vio que el indulto no venía, se<br />

<strong>de</strong>senmascaró, y dijo que su conversión era una filfa. Tuvo una frase<br />

hermosa: ¿y tus hijas? -le dijeron-. ¿Qué va a ser <strong>de</strong> tus pobrecitas hijas?<br />

¿Quién se va a ocupar <strong>de</strong> ellas?» «Si son guapas -contestó él-, ya se<br />

ocuparán <strong>de</strong> ellas los burgueses».<br />

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