Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Pío <strong>Baroja</strong><br />
-¡Sí fue! En todas partes se daban mítines <strong>de</strong> propaganda, se hacían<br />
bautizos anarquistas, matrimonios anarquistas, se mandaban<br />
proclamas a los soldados para que se indisciplinaran y no fueran a Cuba,<br />
y gritábamos en los teatros: ¡Muera España! ¡Viva Cuba libre!... Luego,<br />
ya hubo día en que las calles <strong>de</strong> Barcelona estuvieron dominadas por los<br />
anarquistas.<br />
-¡Bah! -exclamó el Madrileño.<br />
-Que lo diga éste.<br />
-Sí, es verdad -contestó el Libertario-;hubo días en que los polizontes<br />
no se atrevieron a dar la cara a los anarquistas; en el Centro <strong>de</strong><br />
Carreteros, en el Club <strong>de</strong> la Piqueta Demoledora y en algunos otros<br />
sitios, había bombas cargadas y botellas explosivas puestas en los<br />
armarios, a la vista <strong>de</strong> todos los socios y al servicio <strong>de</strong>l que las pidiera.<br />
-¡Qué barbaridad! -dijo Manuel.<br />
-Y eran bonitas las bombas -añadió el Libertario-; había unas en forma<br />
<strong>de</strong> naranja, otras <strong>de</strong> pera, otras eran <strong>de</strong> cristal, redondas, con balas<br />
también <strong>de</strong> cristal, que pesaban muy poco.<br />
-A todas les llamábamos corre-cames -repuso Prats-, lo que llaman<br />
aquí los chicos carretillas... ¿Te acuerdas -preguntó al Libertario- cuando<br />
pasábamos en grupos y nos saludábamos, gritando: ¡Salut y bombes<br />
d’Orsini!...? Un día nos comprometimos más <strong>de</strong> doscientos a entrar en la<br />
Rambla, un domingo por la tar<strong>de</strong>, echando bombas a un lado y a otro.<br />
-Y no hicisteis nada -dijo el Madrileño-. Pa mí que los catalanes son<br />
muy blancos para eso.<br />
-¡Quiá, no! -replicó el Libertario-. Es gente templada.<br />
-Sí, lo será -replicó el Madrileño-; pero yo te digo a ti que estuve en<br />
Barcelona trabajando cuando la bomba <strong>de</strong> Cambios Nuevos, y pu<strong>de</strong> ver<br />
el valor tan <strong>de</strong>cantado <strong>de</strong> los anarquistas catalanes. Empezaron a<br />
encerrar gente en Montjuich, y había que ver la jinda. Todos aquellos<br />
señoritos que se las echaban <strong>de</strong> terribles y que no les importaba la vida<br />
tres pepinos, empezaron a correr como liebres. Unos se metieron en<br />
Francia, otros se escondieron en el campo... y los que cayeron, todos o<br />
casi todos, renegaron <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a: el uno era fe<strong>de</strong>ral; el otro, librepensador;<br />
el otro, regionalista; pero anarquista, ninguno..., un hatajo <strong>de</strong><br />
sinvergüenzas.<br />
-No tienes razón -dijo el Libertario.<br />
No, casi nada.<br />
Siguieron bajando por la calle Ancha y se cruzaron con Caruty, que iba<br />
oliendo a éter, encogido, envuelto en un gabán <strong>de</strong>sgarrado.<br />
Caruty les saludó estrechándoles la mano con toda su fuerza. -Vengo<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>jara Avellaneda -dijo-. Está un hombre admirable. Él se ha<br />
comprado un pequeño perro y unos dientes postizos. Hoy ya no tenía<br />
<strong>de</strong>masiado dinero y me ha dicho: «Vamos a cenar a la Bombilla». Hemos<br />
132