Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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II<br />
Paseo <strong>de</strong> noche - Los <strong>de</strong>votos <strong>de</strong> santa Dinamita<br />
El cerro <strong>de</strong>l Pimiento<br />
Había dicho el médico que Juan se encontraba enfermo <strong>de</strong> gravedad;<br />
le recomendó que estuviese el mayor tiempo posible al aire libre; casi<br />
todos los días que hacía bueno salía a pasear.<br />
Juan tosía mucho; tenía gran<strong>de</strong>s fiebres y sudaba hasta <strong>de</strong>rretirse.<br />
Mientras estuvo así, la Salvadora y la Ignacia no le <strong>de</strong>jaron salir <strong>de</strong> casa.<br />
La Ignacia dijo que si sus amigos, los anarquistas, iban a visitarle, ella<br />
los <strong>de</strong>spacharía a escobazos.<br />
La Salvadora y la Ignacia cuidaban a Juan, le instaban para que<br />
<strong>de</strong>scansara; no le <strong>de</strong>jaban trabajar.<br />
A Manuel, entonces, se le ocurrió si la Salvadora estaría enamorada <strong>de</strong><br />
su hermano. En este caso, él era capaz <strong>de</strong> marcharse <strong>de</strong> casa, <strong>de</strong>cir que<br />
se iba a América y pegarse un tiro.<br />
Tenía Manuel con esta i<strong>de</strong>a una gran preocupación moral y se sentía<br />
inquieto. Si su hermano quería también a la Salvadora, ¿qué <strong>de</strong>bía<br />
<strong>de</strong>sear él? ¿Que viviese o no? Estas dudas y casos <strong>de</strong> conciencia le<br />
perturbaban.<br />
Le obsesionaba la enfermedad <strong>de</strong> Juan, y cuando se libertaba <strong>de</strong> esta<br />
i<strong>de</strong>a, le asaltaba la- otra, el temor por la marcha <strong>de</strong> la imprenta, o un<br />
miedo pueril por un peligro lejano.<br />
Juan, a pesar <strong>de</strong> las recomendaciones <strong>de</strong>l médico, no reposaba. Se<br />
había agenciado veinte o treinta libros anarquistas, y continuamente<br />
estaba leyendo o escribiendo. Se veía que ya no vivía mas que por su<br />
i<strong>de</strong>a.<br />
Sin <strong>de</strong>cir a nadie nada, había vendido Los Rebel<strong>de</strong>s y el busto <strong>de</strong> la<br />
Salvadora, y el dinero lo había dado para la propaganda.<br />
Manuel, muchas veces, en la calle, se encontraba con algunos obreros<br />
<strong>de</strong>sconocidos, que se le acercaban tímidamente:<br />
-¿Cómo está su hermano? -le preguntaban.<br />
-Está mejor.<br />
-Bueno, eso quería saber. ¡Salud! -y se marchaban.<br />
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