Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />
-Sí.<br />
Le trajeron una taza <strong>de</strong> café.<br />
-¿Tu hermano es también anarquista? -preguntó Roberto.<br />
-Mucho más que yo.<br />
-Usted <strong>de</strong>be curarles <strong>de</strong> ese anarquismo -dijo Roberto a la Salvadora.<br />
-¿Yo? -preguntó ella ruborizándose.<br />
-Sí, usted, que seguramente tiene más buen sentido que Manuel. Al<br />
artista no le conozco. A éste, sí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tiempo, y sé cómo es: muy<br />
buen chico; pero, sin voluntad, sin energía. Y no compren<strong>de</strong> que la<br />
energía es lo más gran<strong>de</strong>; es cómo la nieve <strong>de</strong>l Guadarrama, que sólo<br />
brilla en lo alto. También la bondad y la ternura son hermanas; pero son<br />
condiciones inferiores <strong>de</strong> almas humil<strong>de</strong>s.<br />
-Y si yo soy humil<strong>de</strong>, ¿qué le voy a hacer?<br />
-¿Ve usted? -replicó Roberto dirigiéndose a la Salvadora-. Este chico no<br />
tiene soberbia. Luego es un romántico, se <strong>de</strong>ja arrastrar por i<strong>de</strong>as<br />
generosas; quiere reformar la sociedad...<br />
-No me venga usted con bromas. Yo ya sé que no puedo reformar nada.<br />
-Eres un sentimental infecto.<br />
Luego añadió, dirigiéndose también a la Salvadora:<br />
-Yo, cuando hablo con Manuel, tengo que discutir y reñirle. Perdone<br />
usted.<br />
-¿Por qué?<br />
-¿No le molesta a usted que le riña?<br />
-Si le riñe usted con razón, no.<br />
-Y que discutamos, ¿tampoco le molesta?<br />
-Tampoco. Antes me aburrían las discusiones, ahora ya no; me<br />
interesan muchas cosas y también soy algo avanzada.<br />
-¿De veras?<br />
-Sí; casi, casi, libertaria; y no es por mí, precisamente; pero me indigna<br />
que el Gobierno, el Estado o quien sea, no sirva más que para proteger a<br />
los ricos contra los pobres, a los hombres contra las mujeres, y a los<br />
hombres y a las mujeres contra los chicos.<br />
-Sí, en eso tiene usted razón -dijo Roberto-. Es el aspecto más<br />
repugnante <strong>de</strong> nuestra sociedad ése, el que se encarnice con los débiles,<br />
con las mujeres, con los niños, y que, en cambio, respete todas las<br />
formas <strong>de</strong> la bravuconería y todas las formas <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r.<br />
-Yo, cuando leo esos crímenes -siguió diciendo la Salvadora-, en que<br />
los hombres matan a una mujer, y luego se les perdona, porque han<br />
llorado, me da una ira...<br />
-Sí, ¿qué quiere usted? Es el jurado sentimental, que va a la Audiencia<br />
como quien va al teatro. Así le con<strong>de</strong>nan a veinte años <strong>de</strong> presidio a un<br />
falsificador y <strong>de</strong>jan libre a un asesino.<br />
-¿Y por qué las mujeres no habían <strong>de</strong> ser jurados? -preguntó la<br />
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