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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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La lucha por la vida III. <strong>Aurora</strong> roja<br />

-¿Son anarquistas también? -Sí.<br />

Salieron al paseo <strong>de</strong> Areneros por la taberna.<br />

-Voy a ver el número <strong>de</strong> esta casa para <strong>de</strong>círselo a los amigos -dijo el<br />

Libertario.<br />

Pues, no tiene número -replicó Juan-; pero tiene nombre: «La <strong>Aurora</strong>».<br />

-Buen nombre para una reunión <strong>de</strong> los nuestros.<br />

Se <strong>de</strong>spidieron. Juan marchó a casa <strong>de</strong> Manuel. En el cerebro <strong>de</strong>l<br />

escultor comenzaba a germinar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que había una misión social<br />

que cumplir, y que esta misión era él el encargado <strong>de</strong> llevarla a cabo.<br />

Mientras Juan se reunía con sus nuevos amigos, Manuel trabajaba en<br />

la imprenta. Iban poco a poco viniendo los encargos.<br />

Una vez Manuel había dicho a la Salvadora: -Quisiera hablar contigo<br />

<strong>de</strong>spacio.<br />

-¿Por qué no esperar a ver si salimos a<strong>de</strong>lante? -le había contestado<br />

ella, suponiendo <strong>de</strong> qué se trataba.<br />

Y se entendieron sin más explicaciones, y los dos se pusieron a<br />

trabajar. Manuel, <strong>de</strong> noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerrar la imprenta, llevaba él<br />

mismo los encargos en una carretilla. Se ponía una blusa blanca y<br />

echaba a andar.<br />

Hay trabajos que parece que <strong>de</strong>spiertan el pensamiento, y uno <strong>de</strong> ellos<br />

es empujar una carretilla. Al cabo <strong>de</strong> algún tiempo no se nota si uno lleva<br />

el carretón, o si es el carretón el que le lleva a uno. Así en la vida, muchas<br />

veces, no se sabe si es uno el que empuja los acontecimientos o si son<br />

los acontecimientos los que le arrastran a uno.<br />

A Manuel, su vida pasada le parecía un laberinto <strong>de</strong> callejuelas que se<br />

cruzaban, se bifurcaban y se reunían sin llevarle a ninguna parte; en<br />

cambio, su vida actual, con la preocupación constante <strong>de</strong> allegar para<br />

echar el ancla y asegurarse un bienestar, era un camino recto, la calle<br />

larga que él iba recorriendo con el carretoncillo poco a poco.<br />

El recuerdo <strong>de</strong> la justa había quedado ya borrado para siempre <strong>de</strong> su<br />

memoria. Algunas veces, al pensar en ella, se preguntaba: ¿Qué hará<br />

aquella pobre mujer?<br />

Jesús seguía viviendo en su guardilla y trabajaba en la imprenta con<br />

intermitencias.<br />

Un domingo <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> noviembre, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, Jesús preguntó<br />

a Manuel:<br />

-¿No vas a ir hoy a «La <strong>Aurora</strong>»? Vamos a tener junta.<br />

-¿En dón<strong>de</strong>? ¿En la taberna <strong>de</strong>l Chaparro?<br />

-Sí.<br />

-Yo no voy. ¿A qué?<br />

-¡Qué burgués te estás haciendo! Allá estará tu hermano; va todas las<br />

noches.<br />

-Le están haciendo la pascua a Juan, metiéndole en esas cosas <strong>de</strong><br />

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