Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
es mentira y lo dicen a pesar <strong>de</strong> todo... No parece sino que tienen interés<br />
en <strong>de</strong>sacreditarse a sí mismos... Créelo, Juan, necesitamos un hombre...<br />
-¿Y por qué no citáis al mitin a los socialistas? -preguntó Manuel.<br />
-¿Para qué? -preguntó el Libertario.<br />
-Para discutir con ellos.<br />
-¡Quiá! -replicó en tono humorístico el Madrileño-. A ésos, todo lo que<br />
no tenga que ver con la bazofia y con el jornal no les importa nada.<br />
-La cuestión sería dar el mitin en un teatro <strong>de</strong>l centro -dijo el<br />
Libertario.<br />
Hombre, yo conozco a uno que está empleado en la Zarzuela -contestó<br />
Manuel.<br />
-Podríamos ir a verle.<br />
-Bueno.<br />
A Manuel le molestaban estas idas y venidas. Afortunadamente,<br />
Morales llevaba la imprenta como una seda.<br />
Unos días <strong>de</strong>spués, el Libertario y Manuel fueron a la Zarzuela,<br />
aunque convencidos <strong>de</strong> que no les habían <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r el teatro.<br />
Se acercaron a allá, vieron que unos coristas o comparsas entraban<br />
por un pasillo y siguieron tras ellos. Preguntaron en la portería por el<br />
Aristas, y les dijeron que estaba en el escenario.<br />
Recorrieron un largo callejón sombrío hasta aparecer frente a una<br />
puerta atada con una cuerda y que se cerraba a golpes por un resorte.<br />
Empujaron la puerta.<br />
-¿Qué quieren uste<strong>de</strong>s? -les dijo un hombre con gorrilla.<br />
-Preguntamos por el Aristas.<br />
En el otro lado.<br />
Pasaron; el escenario estaba en una semioscuridad extraña; al lado <strong>de</strong><br />
las candilejas cantaban una mujer y un hombre; en el fondo, sentados<br />
en corros, había coristas embozados en la capa y mujeres arrebujadas en<br />
el mantón con toquilla en la cabeza.<br />
Encontraron al Aristas y le expusieron lo que querían.<br />
-No, no pue<strong>de</strong> ser. ¡Para un mitin anarquista! ¡En la Zarzuela!<br />
¡Imposible! -dijo el Aristas-. Ahora se lo diré al representante.<br />
-Como usted quiera -dijo con indiferencia el Libertario, a quien le<br />
molestaba el aire <strong>de</strong> superioridad <strong>de</strong>l Aristas.<br />
Dirigidos por él, cruzaron el escenario, y por una escalerilla <strong>de</strong> un<br />
extremo bajaron al patio <strong>de</strong> butacas. La sala estaba a oscuras; arriba, <strong>de</strong><br />
la claraboya <strong>de</strong>l techo, se filtraba una pálida luz.<br />
Se sentaron el Libertario, Manuel y el Aristas. Habían concluido <strong>de</strong><br />
cantar un coro; el músico, sentado al piano, daba instrucciones.<br />
Un cómico, con aire acaponado, se asomó a las candilejas y comenzó<br />
a <strong>de</strong>cir, con voz aguda y unos visajes repulsivos, que él se llamaba<br />
Fulano <strong>de</strong> Tal y <strong>de</strong> Cual; que le gustaba seguir a las modistas, porque era<br />
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