Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara
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Pío <strong>Baroja</strong><br />
-Yo, Paca.<br />
-¿Estas sirviendo <strong>de</strong> veras?<br />
-Sí.<br />
Varias veces Jesús trató <strong>de</strong> coger a la muchacha por el talle y <strong>de</strong> darle<br />
un beso.<br />
-Bueno; si éste me agarra, me voy -dijo ella. Jesús, ofendido, comenzó<br />
a insultarla.<br />
-A mí lo que me sobran son mujeres más guapas que tú..., ¿sabes?...,<br />
y tú no eres mas que una fregona..., y yo tengo siempre cinco duros en<br />
el bolsillo pa tirarlos; y ese que va contigo es un gallina..., y si no que<br />
salga..., que le voy a romper un ala.<br />
Manuel se volvió y cogió <strong>de</strong> un brazo a Jesús.<br />
-Si es una broma -dijo éste-. Parece mentira que te pongas así por una<br />
broma. ¡Si a mí me gusta que vayas con ella, hombre! ¡Si yo no soy un<br />
ganguero como tú! Y ahora voy a convidar yo a otra, y nos iremos a<br />
cenar.<br />
Efectivamente, invitó a una mujer, y los cuatro entraron en una<br />
taberna <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong>l Horno <strong>de</strong> la Mata, que estaba llena, y pasaron a<br />
un cuartito, precedidos <strong>de</strong> un muchacho con un mandil azul.<br />
-¿Qué <strong>de</strong>sean los señores? -preguntó éste.<br />
-Tráete -le dijo Jesús- dos raciones <strong>de</strong> pescado frito, chuletas asadas<br />
para cuatro..., queso, y que man<strong>de</strong>n por unos cafés... ¡Ah!, y mientras<br />
tanto, a ver si hay por ahí unas aceitunas y una botella <strong>de</strong> vino blanco.<br />
-Todo esto lo voy a tener que pagar yo -pensó Manuel. Sirvieron las<br />
aceitunas y el vino, y Jesús llenó las copas. La mujer que había venido<br />
con Jesús era pálida, con el pelo negro y lustroso, peinado como un<br />
casco. Contempló a la criada con curiosidad.<br />
-Tú no eres <strong>de</strong> la vida -la dijo.<br />
-¿Cómo? -preguntó la muchacha.<br />
-No -saltó Manuel-; es una chica que está sirviendo. Oye -y Manuel<br />
atrajo hacia sí a la Paca-, ¿qué te suelen <strong>de</strong>cir los amos?<br />
-¡Tantas cosas!<br />
-Y tú, ¿qué les contestas?<br />
-¿Yo?... pues, según.<br />
-¡Bah! -murmuró Manuel-, ya veo que ese sargento no ha sido el<br />
primero.<br />
La muchacha se echó a reír a carcajadas. La otra mujer se quitó <strong>de</strong> la<br />
cintura el brazo con que Jesús la estrechaba.<br />
-No seas pelma- le dijo.<br />
La mujer tenía la tez marchita; los a<strong>de</strong>manes, tímidos. Había en ella<br />
cierta dignidad, que indicaba que no era <strong>de</strong> las nacidas con vocación<br />
para su triste oficio. En los ojos negros, en el rostro, prematuramente<br />
arrugado, se leía la fatiga, el insomnio, el abatimiento; todo esto<br />
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