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Aurora Roja de Pio Baroja - Editorial Aldevara

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Pío <strong>Baroja</strong><br />

otras cosas?<br />

-¡Si he probao!... La mar. He sío sordao en Cuba durante muchos años;<br />

he sío herraor, barbero, carretero, ven<strong>de</strong>or <strong>de</strong> juguetes..., ¿y qué?, no<br />

podía viví.<br />

-¡Tan mal le iba! -exclamó Juan.<br />

-Muriendo <strong>de</strong> jambre estaba, y cuando ya acosao dice uno: prefiero viví<br />

matando que no morirme <strong>de</strong> jambre, entonces tóos son <strong>de</strong>spresios.<br />

Interrumpió su palabra un golpecito dado en la puerta recatadamente;<br />

era el chico, que traía el frasco <strong>de</strong> vino. El verdugo cogió el frasco y<br />

comenzó a escanciar en los vasos.<br />

-¿Y qué? ¿Cuántos has ejecutado hasta ahora? -le preguntó el<br />

Libertario, hablándole <strong>de</strong> pronto <strong>de</strong> tú.<br />

-Unos catorse o quinse.<br />

-¿Y usted no bebe? -le dijo Manuel viendo que no se echaba vino en el<br />

vaso.<br />

-No; yo no bebo nunca.<br />

-¿Ni cuando tiene usted que trabajar?<br />

-Entonse, meno.<br />

-¿Ha ejecutado usted algún anarquista?<br />

-¿Anarquista? No sé lo que es eso.<br />

-Y los que tú has matado... ¿han muerto valientes? -preguntó el<br />

Libertario.<br />

-Sí; casi tos. Yo los trato bien, aunque me esté mal <strong>de</strong>sirlo. No soy como<br />

el <strong>de</strong> antes, que les hasía sufrí a posta.<br />

-¿De veras? -dijo Juan.<br />

-Sí; iba borracho, y el hombre se dormía en la brega.<br />

-¡Qué barbaridad! -exclamó el Libertario-. Y todos van templados, ¿eh?<br />

-Tós. Pero tan templao como el Diente, ninguno. ¡Vaya un gaché! Entré<br />

en la capiya y él estaba tendío. «¡Eh! -le dije-. Compare; soy el ejecutó <strong>de</strong><br />

la justicia. ¿Me perdona?» « Sí, hombre, ¿por qué no?» «Anda, ponte esto»,<br />

y le di la túnica. Y esto, ¿qué é? ¿E que me voy a vestí <strong>de</strong> máscara?<br />

«Echamos un sigarro, y como éramos paisanos, jablando <strong>de</strong> la tierra<br />

fuimos al tablao. Se sentó en el banquiyo, era tan bajito que no yegaba;<br />

entonse se levantó un poco y serró la argoya. «A ti te perdono —-me dijo-;<br />

a estos farsantes, que les <strong>de</strong>n morsiya. ¡Aprieta, y buena suerte!» Era un<br />

hombre el Diente.<br />

-Y tal... que <strong>de</strong>bía ser un hombrecito -dijo el Libertario sonriendo.<br />

-Con él estrené yo el correaje nuevo..., porque yo no ato con cuerda. Lo<br />

veréis uste<strong>de</strong>s. ¡Chica! Trae esas correas para que las vean esto señore.<br />

La mujer fatídica, con el niño en brazos, trajo una cincha negra, con<br />

varias hebillas brillantes. Todos hicieron un a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> repulsión al<br />

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