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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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122<br />

II Literatura inga<br />

El oso siguió su camino, sin hacerle caso, pero le apareció un hombre<br />

grande, casi igual en estatura a este rey de los osos, el cual le dijo:<br />

–Yo soy el gobernador. Tantas ocupaciones me han tocado a mí.<br />

¡Mire a todas las personas que están bailando! ¡Venga, señor! ¡Siente a<br />

la mujer en la lomita que está al frente de la puerta!<br />

Ya que el oso no quiso entrar, le dijo:<br />

–¡Ustedes dos entren! Yo les recibiré.<br />

–No –le contestó el oso–. La mujer huiría de mí.<br />

Pero al fin se resolvió, sentó a la mujer en la lomita que estaba al<br />

frente de la puerta y entró. Entonces sentaron al oso en un cuarto pequeño<br />

[desde] donde podía ver a la mujer. Después de hacerle entrar<br />

le dieron un plato de algo que le pareció huevos. En realidad, los sapos<br />

le dieron solamente caracoles y moluscos, que los osos no comen, pero<br />

a él le parecieron huevos. Esta comida se la dio el cacique, dándole una<br />

bienvenida con todas las formalidades y frases apropiadas. Entonces el<br />

oso quebró los «huevos» y se los comió.<br />

Cuando el oso quiso guardar un poquito para llevárselo consigo, le<br />

regalaron un pañuelo. Después de envolver las sobras, puso el pañuelo<br />

sobre la mesa, que era una de las mesas antiguas con cuatro patas de<br />

helecho.<br />

Luego le dieron un plato de «boda». Esta boda [plato de boda]<br />

era una mote de las semillas <strong>del</strong> árbol, que los osos no comen, pero le<br />

dieron un plato lleno como un cerro de semillas grandes, con carne de<br />

puerco encima. El oso expresó su gratitud con todas las formalidades<br />

apropiadas y empezó a comer, compartiendo la comida con los que<br />

estaban bailando.<br />

Poco a poco la fiesta tuvo el efecto de embriagar al oso. En aquel<br />

tiempo tenían totumas de madera, y el fiestero daba a todos los invitados<br />

dos totumas para brindar, una para sí mismo y otra para repartir<br />

con sus vecinos. Fue así como el oso empezó a tomar.<br />

Cuando terminó el mate de bebida ya estaba poniéndose el sol.<br />

Entonces el oso salió tambaleándose. Ya afuera pensó que la mujer<br />

estaría riéndose de él al verlo. (En realidad, cuando el oso había ido a la<br />

cocina, los sapos habían conducido a la mujer a la casa <strong>del</strong> cacique para<br />

que descansara allí, y la habían sustituido con una piedra bien pesada,<br />

que dejaron en el mismo lugar, pero al oso le pareció que era la mujer<br />

la que estaba sentada allí).

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